domingo, 26 de junio de 2011

1806 PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA: BUENOS AIRES VS INGLATERRA


Esta primera invasión fue una expedición política comercial además de guerreras. Al entrar la expedición en el Río de la Plata, Popham se enteró, por otro piloto inglés, que la mayor parte de las tropas españolas estaban en Montevideo y que Buenos Aires solo contaba con un escaso número de fuerzas militares, lo que lo decidió a atacar primeramente a la capital desguarnecida.
El 22 de junio de 1806 fue vista la flota inglesa dirigiéndose a la ensenada de Barragán por lo cual el virrey Rafael de Sobremonte ordenó la difusión de un bando por el cual fueron convocados todos los hombres para defender la ciudad y mandó a Liniers con tropas en esa dirección. Pero mientras el día 24 los ingleses simulaban un intento de desembarco en Ensenada, el grueso de la flota se dirigió a Quilmes donde desembarcaron al día siguiente, sin ser molestados por el coronel Pedro de Arce. Solamente se decidió a luchar brevemente al ser atacado por los ingleses, retirándose luego. Por su parte Sobremonte no se atrevió a armar a los milicianos ni organizó la defensa del Fuerte, que tenía 35 cañones. Sólo atinó a sacar de Buenos Aires los caudales, decidiendo retirarse con la caballería hacia Córdoba, acompañado de su familia, para organizar desde allí, la defensa del virreinato.
Beresford contaba con 800 highlanders del Regimiento 71ª y 600 marinos de desembarco. A ellos añadió algunos marineros completando así unos 1.700 hombres.
 Las tropas de Beresford no tuvieron mayores dificultades en cruzar el Riachuelo el 27 por la mañana y tomar, por la tarde, la ciudad carente de defensores organizados, encontrando en el Fuerte municiones en gran cantidad. El 28 de junio, el pabellón británico ondeó por primera vez en el Fuerte de Buenos Aires. Beresford se apoderó también de los caudales reales dejados por Sobremonte en Luján. Estos, que sumaban 1.000.000 de pesos fuertes equivalentes a 200.000 libras esterlinas, se enviaron de inmediato a Londres. Allí fueron paseados con júbilo por las calles el 6 de septiembre, sin saber que, para esa fecha, las tropas inglesas ya habían sido derrotadas. Beresford confirmó a todas las autoridades y empleados que juraron lealtad al rey de Inglaterra, aseguró su protección a la Iglesia Católica y ratificó la legislación vigente. Bajó, además, los aranceles aduaneros al tercio para favorecer las importaciones británicas y suprimió el monopolio estatal del tabaco.
La reacción a estas medidas y a los invasores fue variada. El superior de los Betlehemitas, fray José de las Animas prefirió ser exonerado antes que jurar obediencia al rey inglés, pero tanto el obispo como el resto del clero sí lo hicieron, acatando al nuevo gobierno. Algunas familias de la alta burguesía hospedaron a los oficiales ingleses. Según Cornelio Saavedra en carta a Juan José Viamonte de junio de 1811, Vieytes, Larrea, y Berutti apoyaron a los invasores. Otros ciudadanos, como Belgrano, que era secretario del Consulado emigraron a la Banda Oriental para no luchar contra ellos. En cambio el poderoso comerciante Martín de Alzaga se dedicó a organizar, en secreto, fuerzas para la reconquista y a alquilar casas apropiadas para ello. La diferencia de idioma, de religión y de costumbres hizo que el pueblo unánimemente rechazara a los invasores que consideraba herejes, y Alzaga no tuvo dificultad en obtener gente para la futura reconquista. Poco después del triunfo inglés llegó Liniers a Buenos Aires, con permiso de Beresford, para visitar a su familia. Por un olvido no había sido incluido en la capitulación de las fuerzas españolas y estaba, por lo tanto, libre de impedimento para actuar. Aprovechó esto para pasar a Colonia y escribió a Montevideo pidiendo 500 hombres. Ruiz Huidobro, gobernador de Montevideo estaba organizando una expedición de auxilio a Buenos Aires pero cuando se enteró de que la escuadra inglesa se preparaba a bombardear Montevideo decidió dirigir su defensa y delegó en Liniers el mando de las fuerzas para reconquistar Buenos Aires.
Liniers que se había trasladado a Montevideo para colaborar con Ruiz Huidobro, salió de esa ciudad el 23 de julio llegando a Colonia recién el 26 a causa de las intensas lluvias. Allí se sumaron algunas tropas. El 3 de agosto por la noche embarcó con sus fuerzas en una flotilla mandada por el capitán de fragata Juan Gutiérrez de la Concha. Desembarcaron en el puerto de las Conchas el 4 de mañana. A sus tropas se le añadieron 320 marineros de la flotilla y 73 corsarios franceses, con lo cual completó algo más de 1.000 hombres. Su avance fue interrumpido por lluvias torrenciales y recién el 10 de agosto llegó a los Corrales de Miserere donde acampó, reforzado ya por cerca de 1.000 jinetes de Pueyrredón que habían sido derrotados en Perdriel por los ingleses tres días antes. Liniers le intimó la rendición a Beresford. Este se negó y Liniers avanzó entonces viendo sus fuerzas engrosadas por todo el pueblo en armas. El 12 de agosto Beresford capituló incondicionalmente. Había tenido 300 muertos o heridos, 1.200 prisioneros y perdido las banderas del regimiento 71, 29 piezas de artillería de campaña y 1.200 fusiles. Pero la escuadra inglesa estaba en el río esperando los refuerzos que había solicitado.
Ausente Sobremonte, debía de haber tomado el gobierno la Audiencia de Buenos Aires, que era una especie de consejo político y comercial. Pero la Audiencia se dejó llevar por delante por el Cabildo, consejo municipal electivo que era el último vestigio de las libertades castellanas de la Edad Media. Entre otras prerrogativas el Cabildo tenía la de poder convocar a una asamblea de notables, cosa que hizo. Esta se reunió el 14 de agosto.
De los 98 participantes sólo 20 eran criollos, según Ignacio Núñez, futuro secretario de Rivadavia. A pesar de la oposición del obispo Lue y de los oidores, partidarios de Sobremonte, se resolvió, con apoyo de Alzaga, que el Virrey cesara en sus funciones hasta que se tratara el asunto en España y se nombró a Liniers como jefe militar de Buenos Aires.
Liniers no quiso aceptar el nombramiento sin que Sobremonte lo ratificara. Una comisión que fue a buscarlo lo encontró a 40 leguas de la capital. Venía el frente de 3000 hombres reclutados en el interior con la idea de liberar Buenos Aires y se resistió al voto de la Asamblea. Le hicieron comprender que no sería bien recibido en Buenos Aires por lo cual aceptó; de mala gana, ceder el poder político a la Audiencia y el poder militar a Liniers.
Luego de eso el Virrey se fue a Montevideo para encargarse de la defensa de esa plaza, amenazada, como Buenos Aires, de un nuevo ataque inglés.
Sobremonte le escribió a Godoy, todavía primer ministro en España: "el abogado Joaquín Campana y dos o tres más de la misma facultad, mozuelos despreciables que le siguieron, fueron los que tomaron la voz en tal Congreso, y con una furia escandalosa intentaron probar que el pueblo tiene autoridad para elegir quien lo mandase a pretexto de asegurar su defensa". El Dr. Joaquín Campana, tenaz defensor de los derechos del pueblo será más adelante uno de los promotores del despectivamente llamado " motín de los orilleros" de abril de 1811. Por su parte el fiscal de la Real Audiencia, escribió que "es un malísimo ejemplo que Liniers continúe en el mando porque no puede tolerarse que el pueblo imponga su voluntad".
La reconquista de Buenos Aires se había producido el 12 de agosto. Martín de Alzaga describió el suceso el 27 de agosto, en carta a Antonio López, de Lima: "fuimos reconquistados el día 12 por una expedición de 700 hombres de Montevideo a Colonia, al mando del señor Santiago de Liniers, acompañada de unas 2.500 a 3.000 personas de este noble y leal vecindario, que sostenidas por mi la mayor parte, operaron y combatieron denodadamente". La activa participación de Alzaga fue reconocida por Liniers el cual le comunicó: "he manifestado a Su Majestad los servicios que ejecutó Ud para la reconquista verificada el 12 de agosto anterior y a que contribuyó con su persona, dinero e incesantes fatigas hasta ver arrojados a los enemigos, costeando la gente armada y municionada que se me presentó en el Retiro el día 11 del citado agosto al mando de don Felipe Sentenach y don Gerardo de Esteve y Llac, presentando después montados, armados y municionados igualmente ochenta plazas que hasta el día sirven en los varios destacamentos de las costas del Sur, y entregando en Reales Almacenes las espadas, pistolas, carabinas y otras armas con las fornituras y municiones que le quedaron sobrantes de las que compró para aquella ocasión".
Durante su detención, los oficiales ingleses se vincularon con los futuros revolucionarios criollos y los masones locales. Es así que Saturnino Rodríguez Peña conversó con el general Beresford, prisionero en Luján sobre una posible independencia americana.
El 13 de septiembre de 1806 Liniers creó el Cuerpo de Patricios, formación de criollos de Buenos Aires, y el Batallón de Americanos Forasteros Voluntarios de Infantería. En Buenos Aires se consideraban forasteros a todos los no nacidos en la ciudad, este batallón estaba formado y comandado por criollos del interior o sea por hombres de las provincias de arriba por lo cual la fuerza era conocida como Arribeños. Estos regimientos vinieron a sumarse a los venidos de España, a los de Blandengues, creados en 1792 por el virrey Vertiz y a los constituidos por españoles residentes en Buenos Aires como los regimientos de Catalanes, Vizcaínos y Gallegos.

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