domingo, 26 de junio de 2011

1833. LAS GUERRAS CARLISTAS EN ESPAÑA


El carlismo es un movimiento político surgido en España de la controversia dinástica producida a la muerte de Fernando VII (1784-1833) como consecuencia de la abolición realizada por este, poco antes de su muerte, de la Ley Sálica, que no permitía la transmisión de los derechos de sucesión a la corona por vía femenina.
Viudo por tercera vez, sin descendencia, Fernando había contraido nuevo matrimonio con María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y designado como sucesor a su hermano Carlos María Isidro, pero he aquí que, a finales de marzo de 1830, María Cristina queda embarazada y entonces Fernando viendo la posibilidad de tener un hijo heredero adopta una resolución que habría de dar lugar a tres guerras civiles a lo largo del siglo XIX.
El 31 de marzo de 1830 promulga la Pragmática Sanción, aprobada el 30 de septiembre de 1789, en tiempos de Carlos IV pero que no se había hecho efectiva por razones de política exterior. La Pragmática establecía que si el rey no tenía heredero varón, heredaría la hija mayor. Esto excluía, en la práctica, al infante Don Carlos María Isidro de la sucesión, por cuanto fuera niño o niña quien naciera sería el heredero directo del rey.
Asi las cosas, el 10 de octubre de 1830, nace la futura Isabel II y es proclamada heredera legítima. Esto produce hondo malestar entre los partidarios del Infante D. Carlos, o carlistas, que de aquí nace el apelativo con el que desde entonces son designados sus partidarios. El 29 de septiembre de 1833 muere Fernando VII, mientras Don Carlos alienta al ejército a rebelarse, desde su destierro en Portugal. A partir del día 2 de octubre se producen proclamas a favor de Carlos en Talavera de la Reina (Toledo), Vitoria, Salvatierra, Bilbao, Orduña, Logroño, etc. que no tienen ningún resultado positivo hasta que las bandas de voluntarios navarros sublevados se unen en Estella para tomar como jefe a Tomás de Zumalacárregui el 14 de noviembre, momento a partir del cual comienza a desarrollarse la Primera Guerra Carlista que ha de durar siete años. Centrada principalmente en el País Vasco, Navarra y partes pobres de Cataluña, Aragón y Comunidad Valenciana, finaliza en el norte el 29 de agosto de 1839 con el Convenio de Oñate. En 1840 son derrotadas las tropas que restan en Aragón y Cataluña pero bandas sueltas de carlistas (Balmaseda, Matías el Ventero, etc) continúan la guerra como salteadores de caminos.
En 1845 Carlos V abdica a favor de su hijo Carlos Luis de Borbón, conde de Montemolín, que toma el nombre de Carlos VI (1818-1861), e inicia la Segunda Guerra Carlista o Guerra de los Matiners, desarrollada principalmente en Cataluña, Aragón, Navarra y Guipúzcoa durante los años de 1847 a 1860.
Derrotado y hecho prisionero en
San Carlos de la Rápita (Tarragona), tuvo que renunciar a sus derechos a favor de su hermano Juan, Juan III en la dinastía carlista, y con escasos partidarios, el cual se mantiene como pretendiente hasta 1868 en que abdica en favor de su hijo Carlos María, que adoptaría el nombre de Carlos VII (1848-1909) En 1869, el pretendiente Carlos VII publica un manifiesto en el que expone sus ideas, entre ellas las de constituir unas Cortes de estructura tradicional y promulgar una Constitución o carta otorgada, así como llevar a cabo una política económica de corte proteccionista.
En su entorno se agrupan políticos derechistas, especialmente de los llamados neocatólicos.
En este tiempo Isabel II ha sido destronada en 1868 y después de un periodo de regencia a cargo del
general Serrano, en 1870 el Parlamento designa como rey a Amadeo I de Saboya.
Carlos VII que ve alejarse la posibilidad de la restauración borbónica, en cualquiera de sus dos ramas, inicia en 1872 la Tercera Guerra Carlista, primero contra Amadeo, luego contra la Primera República Española, proclamada en 1873 después de la abdicación de este y finalmente contra Alfonso XII, hijo de Isabel II, proclamado rey por el general Martínez Campos en Sagunto.
La guerra termina en
1876 con la conquista de Estella (Navarra), la capital carlista, y el paso a Francia del pretendiente.
Hay algunos intentos posteriores, aprovechando el descontento por la pérdida de las posesiones ultramarinas en el
1898, pero no tienen éxito.

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