sábado, 29 de octubre de 2011

fin de la guerra en Libia

NUEVA YORK- La resolución 2016 da por terminada la zona de exclusión aérea sobre el cielo libio. También el permiso concedido a las fuerzas militares de la OTAN de utilizar «todos los medios necesarios» para proteger a los civiles libios. La orden del cese de operaciones entrará en vigor el próximo 31 de octubre a las 23:59 (hora local libia).

Así las cosas, se da término a una polémica misión que no contó con el respaldo en Naciones Unidas de Rusia, China, India, Alemania y Suráfrica, y que concluyó con la caza –en la que participaron fuerzas de la Alianza en un bombardeo previo– y posterior ejecución de Gadafi a manos de los rebeldes.

«Esto [por la votación de ayer] cierra lo que creo que se juzgará como un capítulo que enorgullece la historia del Consejo de Seguridad. Se actuó de forma rápida y efectiva para prevenir la matanza en Bengasi y otras partes del este del país», reconoció la embajadora estadounidense ante este organismo, Susan Rice, después de la votación en el órgano ejecutivo de la ONU.

Desde entonces, los titubeos y las divisiones de la comunidad internacional se pusieron de manifiesto. Francia demandó acción militar inmediata para frenar las atrocidades de Gadafi contra su población. En un principio, Estados Unidos también hizo lo mismo. Pero después cambió su postura. Y midió sus movimientos al milímetro. La Administración Obama nunca quiso apoyar a los rebeldes sin conocer con claridad sus intenciones. Mientras, Rusia y China trataron de frenar las ansias de algunos miembros de la Alianza por derrocar al régimen de Gadafi al tiempo que velaron por sus intereses políticos y económicos en la zona.

Y ahora que los rebeldes pretenden proclamar la ley islámica como fuente de derecho, parece que empieza a aclararse cuál será el futuro de Libia. Este contratiempo sumado a las imágenes difundidas sobre la ejecución de Gadafi y la posterior exhibición del cadáver ha hecho que la Administración Obama se distancie si cabe un poco más de los rebeldes.
El Consejo de Seguridad procedió de forma rápida con la votación a pesar de la solicitud del día anterior de Ibrahim Dabbashi, embajador adjunto de Libia. El diplomático solicitó que se retrasara el fin del mandato de la Alianza para poder mantener la seguridad en el país. La experiencia de Irak demuestra que Libia atraviesa ahora su momento más delicado, confrontando problemas de estabilidad y a la inexperiencia de nuevos políticos con sed de gobernar. El fin de la misión aliada podría agravar el descontrol en la seguridad del armamento libio.

En este sentido, según publicó ayer el diario «Haaretz», Israel ha detectado el flujo hacia la franja de Gaza de misiles contra aviones de «mayor calidad» y que revelaría el contrabando de proyectiles de fabricación rusa que almacenaba el régimen de Muamar Gadafi. La preocupación de Israel es que estos misiles tierra-aire y tierra-tierra sean utilizados por Hamas contra aviones no tripulados de espionaje e incluso contra vuelos comerciales.

 Pese a todo, los diplomáticos de las naciones occidentales, que no quisieron retrasar más la fecha de caducidad de las operaciones. Además, el mando aliado confirmó desde Bruselas que los países miembros de la OTAN son libres de prestar apoyo a Libia de forma individual. Pero parece que la comunidad internacional no está dispuesta a ayudar en la reconstrucción de Libia.

La resolución 2016 modifica también las disposiciones sobre el embargo de armas aprobadas en febrero y marzo pasados, con lo que permite al Consejo Nacional de Transición (CNT) la adquisición de armamento para la defensa del país.

Levanta también la congelación de activos con respecto a las compañías nacionales de petróleo del país norteafricano, Libya National Oil Corporation y Zueitina Oil Company.
Igualmente descongela los activos del Banco Central libio y del Banco Exterior Árabe, así como a la Dirección General de Inversiones y la Lybian Africa Investment Portfolio.

http://www.larazon.es/noticia/2143-la-onu-pone-fin-a-la-guerra-libia 

La guerra civil civil Libia


La rebelión en Libia de 2011, llamada también en algunos medios de comunicación Guerra civil libia, fueron una serie de enfrentamientos ocurridos en ese país a partir de febrero de 2011 entre el régimen de Muamar el Gadafi y sus opositores, en el contexto de las protestas en el mundo árabe en 2011. La represión de las manifestaciones y protestas, en la que el régimen de Gadafi llegó a hacer uso de la aviación, y el control de algunas ciudades por los manifestantes, derivó en un enfrentamiento armado. Posteriormente al estallido del conflicto intervino una alianza de países amparados en una resolución de Naciones Unidas, a raíz de que se confirmase que las medidas tomadas por el gobierno libio para recuperar el control del país atentaban contra los derechos civiles y la seguridad de la población civil.
Las primeras manifestaciones con demandas de reformas políticas y económicas contra el régimen de Gadafi, que llevaba 41 años en el poder, convocadas en Internet por un grupo de jóvenes bajo el lema «Revuelta del 17 de febrero: Día de la ira en Libia», se precipitaron con la detención el día 15 en Bengasi de Fethi Tarbel, abogado defensor de presos de conciencia acusado por la policía de haber propagado el rumor de un incendio provocado en la cárcel de Abu Salim. El choque entre policías y manifestantes que reclamaban la liberación de los presos dejó un saldo tres muertos y 38 heridos, en su mayoría agentes de la policía.42 Las manifestaciones fueron creciendo en magnitud siendo reprimidas fuertemente por el régimen, superando en pocos días según algunas fuentes los cuarenta muertos. El 18 en Al Bayda, donde en los días previos varios manifestantes habían muerto a manos de la policía, dos de sus miembros que trataban de dispersar a los manifestantes fueron capturados por estos y ahorcados. Las protestas, ante la intransigencia gubernamental y la brutal represión, degeneraron en una revuelta que se extendió rápidamente por la Cirenaica, la parte oriental del país, tradicionalmente hostil a Gadafi. Gran parte del ejército en esta zona se unió a los opositores, mientras los leales al régimen abandonaron las armas y los cuarteles.
Pese a las barreras impuestas por el régimen en las comunicaciones, diversos medios internacionales informaron de presuntas acciones de represión extrema, incluyendo bombardeos indiscriminados en las ciudades por parte de la fuerza aérea. Hacia finales de febrero algunas ciudades de la zona occidental del país cayeron también bajo el control de los contrarios a Gadafi, quedando Trípoli, la capital del país, rodeada de ciudades controladas por los manifestantes.
La cercanía de los opositores hizo que las fuerzas leales al régimen redoblaran sus ataques contra estas ciudades para recuperarlas, causando numerosas bajas incluso en la capital, donde también tenían lugar manifestaciones de envergadura Los rebeldes, apoyados por soldados y políticos desertores, organizaron el Consejo Nacional de Transición con sede en Bengasi estableciendo un gobierno paralelo en las zonas fuera del dominio de Gadafi.
El ejército gadafista, que había estado a la defensiva, empezó una ofensiva en el este y en el oeste, cambiando la situación a principios de marzo. A partir del día 5 de marzo las fuerzas del régimen consiguieron recuperar diversas ciudades principalmente en el oeste y la costa central del país. A partir de ese momento, las tropas de Gadafi tomaron la iniciativa, asediando Bengasi y Misurata, las principales ciudades bajo dominio opositor
A nivel internacional, la crisis en Libia tuvo impacto en la economía: el euro bajó y el precio del petróleo aumentó hasta niveles superiores a los 110 dólares Miles de libios y de ciudadanos extranjeros residentes en el país huyeron del conflicto hacia países vecinos, generando una crisis humanitaria.
La mayoría de los gobiernos occidentales manifestaron de inmediato un fuerte rechazo al gobierno de Gadafi y sus medidas represivas, exigiendo su renuncia. La Liga Árabe suspendió la membresía de Libia y apoyó el establecimiento de una zona de exclusión aérea contra dicho gobierno.
El 26 de febrero de 2011, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas emitió la Resolución 1970 advirtiendo a Muamar el Gadafi que los medios de represión empleados podría considerarse como crímenes de lesa humanidad. Al mismo tiempo la resolución imponía sanciones al gobierno libio y sus dirigentes. El 17 de marzo de 2011 el Consejo de Seguridad mediante la Resolución 1973 declaró el establecimiento de una zona de exclusión aérea autorizando a los Estados miembros de la ONU el uso de «todas las medidas que sean necesarias» para proteger a la población civil de Libia, con exclusión expresa del uso de fuerzas de ocupación en cualquier lugar del territorio.
En los primeros cuatro meses de guerra civil, según el jefe de una delegación del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, se habrían producido entre diez y quince mil muertos en ambos bandos, constatándose casos de violencia sexual y crímenes de guerra cometidos por las fuerzas leales a Gadafi.

http://es.wikipedia.org/wiki/Rebeli%C3%B3n_en_Libia_de_2011
 http://www.insurgente.org/index.php?option=com_content&view=article&id=9078:despues-de-la-muerte-de-gadafi-revolucion-y-contrarrevolucion-en-libia-&catid=101:africa&Itemid=533

Guerra de Libia de 2011


La rebelión en Libia de 2011, llamada también en algunos medios de comunicación Guerra civil libia, fueron una serie de enfrentamientos ocurridos en ese país a partir de febrero de 2011 entre el régimen de Muamar el Gadafi y sus opositores, en el contexto de las protestas en el mundo árabe en 2011. La represión de las manifestaciones y protestas, en la que el régimen de Gadafi llegó a hacer uso de la aviación, y el control de algunas ciudades por los manifestantes, derivó en un enfrentamiento armado. Posteriormente al estallido del conflicto intervino una alianza de países amparados en una resolución de Naciones Unidas, a raíz de que se confirmase que las medidas tomadas por el gobierno libio para recuperar el control del país atentaban contra los derechos civiles y la seguridad de la población civil.
Muamar el Gadafi


Nicolás Sarcozy

Las primeras manifestaciones con demandas de reformas políticas y económicas contra el régimen de Gadafi, que llevaba 41 años en el poder, convocadas en Internet por un grupo de jóvenes bajo el lema «Revuelta del 17 de febrero: Día de la ira en Libia», se precipitaron con la detención el día 15 en Bengasi de Fethi Tarbel, abogado defensor de presos de conciencia acusado por la policía de haber propagado el rumor de un incendio provocado en la cárcel de Abu Salim. El choque entre policías y manifestantes que reclamaban la liberación de los presos dejó un saldo tres muertos y 38 heridos, en su mayoría agentes de la policía.42 Las manifestaciones fueron creciendo en magnitud siendo reprimidas fuertemente por el régimen, superando en pocos días según algunas fuentes los cuarenta muertos. El 18 en Al Bayda, donde en los días previos varios manifestantes habían muerto a manos de la policía, dos de sus miembros que trataban de dispersar a los manifestantes fueron capturados por estos y ahorcados. Las protestas, ante la intransigencia gubernamental y la brutal represión, degeneraron en una revuelta que se extendió rápidamente por la Cirenaica, la parte oriental del país, tradicionalmente hostil a Gadafi. Gran parte del ejército en esta zona se unió a los opositores, mientras los leales al régimen abandonaron las armas y los cuarteles.
Pese a las barreras impuestas por el régimen en las comunicaciones, diversos medios internacionales informaron de presuntas acciones de represión extrema, incluyendo bombardeos indiscriminados en las ciudades por parte de la fuerza aérea. Hacia finales de febrero algunas ciudades de la zona occidental del país cayeron también bajo el control de los contrarios a Gadafi, quedando Trípoli, la capital del país, rodeada de ciudades controladas por los manifestantes.
La cercanía de los opositores hizo que las fuerzas leales al régimen redoblaran sus ataques contra estas ciudades para recuperarlas, causando numerosas bajas incluso en la capital, donde también tenían lugar manifestaciones de envergadura Los rebeldes, apoyados por soldados y políticos desertores, organizaron el Consejo Nacional de Transición con sede en Bengasi estableciendo un gobierno paralelo en las zonas fuera del dominio de Gadafi.
El ejército gadafista, que había estado a la defensiva, empezó una ofensiva en el este y en el oeste, cambiando la situación a principios de marzo. A partir del día 5 de marzo las fuerzas del régimen consiguieron recuperar diversas ciudades principalmente en el oeste y la costa central del país. A partir de ese momento, las tropas de Gadafi tomaron la iniciativa, asediando Bengasi y Misurata, las principales ciudades bajo dominio opositor
A nivel internacional, la crisis en Libia tuvo impacto en la economía: el euro bajó y el precio del petróleo aumentó hasta niveles superiores a los 110 dólares Miles de libios y de ciudadanos extranjeros residentes en el país huyeron del conflicto hacia países vecinos, generando una crisis humanitaria.
La mayoría de los gobiernos occidentales manifestaron de inmediato un fuerte rechazo al gobierno de Gadafi y sus medidas represivas, exigiendo su renuncia. La Liga Árabe suspendió la membresía de Libia y apoyó el establecimiento de una zona de exclusión aérea contra dicho gobierno.
El 26 de febrero de 2011, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas emitió la Resolución 1970 advirtiendo a Muamar el Gadafi que los medios de represión empleados podría considerarse como crímenes de lesa humanidad. Al mismo tiempo la resolución imponía sanciones al gobierno libio y sus dirigentes. El 17 de marzo de 2011 el Consejo de Seguridad mediante la Resolución 1973 declaró el establecimiento de una zona de exclusión aérea autorizando a los Estados miembros de la ONU el uso de «todas las medidas que sean necesarias» para proteger a la población civil de Libia, con exclusión expresa del uso de fuerzas de ocupación en cualquier lugar del territorio.
En los primeros cuatro meses de guerra civil, según el jefe de una delegación del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, se habrían producido entre diez y quince mil muertos en ambos bandos, constatándose casos de violencia sexual y crímenes de guerra cometidos por las fuerzas leales a Gadafi.

http://es.wikipedia.org/wiki/Rebeli%C3%B3n_en_Libia_de_2011
 http://www.insurgente.org/index.php?option=com_content&view=article&id=9078:despues-de-la-muerte-de-gadafi-revolucion-y-contrarrevolucion-en-libia-&catid=101:africa&Itemid=533

lunes, 10 de octubre de 2011

La guerra de Libia: Octubre -2011

De acuerdo con filtraciones del alto mando de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Libia, Muammar Kadafi está a punto de ser derrotado en su ciudad natal, Sirte, en donde, según fuentes occidentales, se desarrollan combates particularmente mortíferos entre las fuerzas que controlan la mayor parte del país magrebí y sus mentores extranjeros, por una parte, y lo que queda del aparato militar del otrora hombre fuerte libio.
En muy similares términos se habían expresado los líderes de la coalición anti Kadafi hace tres semanas, cuando se inició el asalto a Sirte, y hace mes y medio, al comienzo de los combates por Trípoli. Pero algo no funciona en tales versiones: cabe preguntarse cómo la facción del ex gobernante ha podido resistir tanto tiempo al asalto combinado de los rebeldes a su régimen –ahora agrupados en el Consejo Nacional de Transición– y de la maquinaria militar más poderosa del mundo. Resulta difícil explicar cómo Kadafi, presentado por los medios occidentales como un dictador prófugo y universalmente repudiado en su país, no ha caído en manos de sus enemigos, o cómo es que éstos no han logrado aplastar los últimos reductos de resistencia del régimen destruido.
Lo cierto es que en el relato libio compuesto por Occidente se ha impuesto una versión un tanto maniquea y caricaturizada de la crisis Libia, la cual podría corresponder más a una guerra civil entre etnias y bandos enfrentados que a una insurrección democrática y libertadora. Esa imposición ha ido acompañada de algunas noticias inventadas –recuérdese la falsa captura de uno de los hijos de Gadafi, montada y difundida por medios occidentales– y de muchas otras que desvirtúan la realidad del país norafricano.
El manejo informativo de la situación en la antigua Cirenaica empieza a parecerse a la cobertura de los gobiernos y medios occidentales de las invasiones de Afganistán y de Irak. En el primero de esos infortunados países, se presentó al Talibán y a Al Qaeda como grupúsculos peligrosos pero fácilmente neutralizables por medios militares, y una década después de iniciada la aventura, las fuerzas estadunidenses y europeas siguen empantanadas en Asia Menor sin haber logrado su objetivo de erradicar a ninguno de los dos. En Irak, George W. Bush se apresuró a declarar la victoria y el fin de la guerra a mes y medio de iniciada ésta, cuando faltaban aún varios años para reducir en forma significativa el poder de las milicias sunitas leales a Saddam Hussein.
http://www.jornada.unam.mx/2011/10/08/edito
http://feeds.univision.com/feeds/article/2011-10-07/el-final-de-la-guerra?refPath=/noticias/ultimas-noticias/
http://www.elpais.com.uy/111009/ultmo-598637/ultimo-momento/rebeldes-se-acercan-al-corazon-de-la-ciudad-natal-de-gadafi/

Disturbios en Egipto: cristianos coptos contra musulmanes

EL CAIRO (Agencias).— Una manifestación de cristianos coptos derivó ayer en el centro de El Cairo en violentos enfrentamientos con los militares y las fuerzas de seguridad, que dejaron al menos 23 muertos y unos 150 heridos, en los más graves disturbios desde la revolución que terminó con el régimen de Hosni Mubarak, en febrero pasado. Tanquetas y carros del ejército se han desplegado en el centro de la capital para tratar de contener el último brote sectario de un país que sufre una gran inestabilidad política.
Los heridos y víctimas civiles acusaron, en diferentes testimonios, a los militares y a los baltaguiya (matones) de atacar a las miles de personas que se manifestaban “pacíficamente” frente al edificio de la radiotelevisión por la reciente quema de una iglesia en la provincia de Aswan, al sur del país. Sin embargo, fuentes de seguridad dijeron que los cristianos lanzaron piedras y bombas molotov e incendiaron autos. Añadieron que 19 de las víctimas mortales son civiles y las otras cuatro son soldados, mientras que hay al menos dos centenares de heridos.
http://www.eluniversal.com.mx/internacional/74646.html
http://feeds.univision.com/feeds/article/2011-10-10/union-europea-condena-violencia-en?refPath=/noticias/ultimas-noticias/
http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2011/10/111010_ultnot_egipto_muertes_heridos.shtml

miércoles, 5 de octubre de 2011

GITANOS


Dice el historiador George Borrow que "quizás no haya un país en el que se hayan hecho más leyes con miras de suprimir y extinguir el nombre, la raza y el modo de vivir de los gitanos como en España". 
Un conjunto de leyes, disposiciones reales y decretos que inauguran los Reyes Católicos con una pragmática fechada en Medina del Campo en 1499, que dice: "Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos con sus mujeres e hijos, que del día que esta ley fuera notificada y pregonada en nuestra corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabeza de partido hasta sesenta días siguientes, cada uno de ellos viva por oficios conocidos, que mejor supieran aprovecharse, estando atada en lugares donde acordasen asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan, y los den lo hubiese menester y no anden más juntos vagando por nuestros reinos como lo facen, o dentro de otros sesenta días primeros siguientes, salgan de nuestros reinos y no vuelvan a ellos en manera alguna, so pena de que si en ellos fueren hallados o tomados sin oficios o sin señores juntos, pasados los dichos días, que den a cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos reinos; y por la segunda vez, que les corten las orejas, y estén sesenta días en las cadenas, y los tornen a desterrar, como dicho es, y por la tercera vez, que sean cautivos de los que los tomasen por toda la vida". 
(Isabel y Fernando, Medina del Campo, 1499, recogido en la Novísima Recopilación, Libro XII, título XVI). 
Los llamados Reyes Católicos ponen a los gitanos entre la espada y la pared, al querer una sola lengua y una sola religión. Ello propiciará la expulsión de los judíos y persecución tanto de los árabes como de los gitanos, a los cuales obligaban a convertirse al catolicismo y a quedarse fijos en un lugar, es decir, a renunciar al preciado tesoro de la libertad.
 Los Reyes Católicos negaron la libertad de este pueblo y con ello sus oficios, todas sus costumbres, música, danza, trabajo y lengua. Se les prohibió su forma de vestir y hasta procrear.
            La pérdida de libertad fue tal que se llegó a prohibirles salir a más de media legua del pueblo donde habitasen; el que no respetase las órdenes a la primera vez se le cortaban las orejas y si reincidían lo llevaban a galeras o a la horca. A los niños los apartaban de sus madres al destetarlos y les metían en hospicios, con la finalidad de cuidarlos hasta los 8/10 años, que eran puestos a servir como esclavos para señores –por la comida y un vestido por año-.
            Cuando los niños, en genérico, tenían 15 o 16 años, edad que era considerada como peligrosa, se les enviaba por separado; a las chicas al continente americano, donde se casarían con indígenas. Así, anulado el contacto sexual entre esta raza se pretendía exterminar al colectivo gitano. En los colegios, a su vez, se prohibía su lengua, al mismo tiempo que se castigaba a todo aquel que utilizase la palabra gitano y/o vistiese como ellos.
            Esta realidad dura ya quinientos años. Años de persecución, maltrato y genocidio, sin ningún derecho o fuerza que les amparase o protegiese como grupo social. Por citar a algunos de los que hostigaban la caza de gitanos podemos nombrar como destacados: Cienfuegos, Campomanes y Valiente.
            Los gitanos, al verse indefensos y saberse perseguidos, se escondían donde podían y donde se les daba refugio; se trataba o bien de personas que se apiadaban de ellos y/o frailes que les ocultaban en las celdas de sus conventos, donde los perseguidores no podían entrar, al no contar con un permiso del gobernador. Pero estos tres hombres, antes citados, se van a erigir o nombrar a ellos mismos como gobernadores, en tanto contaban con el apoyo de las cortes para hacer y deshacer; estos “inquisidores”, a su vez, mandaban a hombres con permisos especiales para poder entrar a los conventos y sacar a los pobres gitanos –en su mayoría ancianos, mujeres y niños- de donde se encontraran. Muertos de miedo eran sacados y, muchas veces, les mataban sin miramiento y “mirando por la economía!- a los niños les cogían por las piernas y les golpeaban contra las rocas y contra los árboles, para no gastar munición.
En el siglo XX se sigue sin aceptar al grupo social gitano. La exterminación no existe, pero su persecución está reciente. Así, en tiempos del franquismo los gitanos tenían que vivir como aquellos que huyen de la justicia, semiescondidos porque nada más verles la guardia civil, sin apenas pedirles papeles y sin escucharles, les echaban; llegaban a otro sitio y les volvían a echar y así, sucesivamente, de un lado para el otro.
Gran Redada

La Gran Redada, también conocida como Prisión general de gitanos, fue una persecución autorizada por el rey de España Fernando VI, y organizada en secreto por el Marqués de la Ensenada, que se inició de manera sincronizada en todo el territorio español el miércoles 30 de julio de 1749 con el objetivo declarado de arrestar, y finalmente «extinguir», a todos los gitanos del reino.
Antecedentes
El acontecimiento, hoy casi olvidado y escasamente estudiado por los historiadores, resulta relativamente insólito, aún teniendo en cuenta que las tensas relaciones de la Corona, y del poder en general, con la comunidad gitana ya habían generado anteriormente episodios de discriminación o persecución relativamente importantes.
El hecho de que el nuncio Don Enríque Enríquez permitiera, mediante decreto, que fueran los obispos de cada diócesis los que decidieran en casos de asilo eclesiástico —y no él mismo, tal y como le había delegado el propio Papa—, permitió un control más directo sobre la población por parte del Estado Absoluto. Al mismo tiempo, la reciente Guerra de Sucesión había provocado que los campos se llenaran de delincuentes, que se sumaron a la llegada y permanencia de tropas mercenarias que veían mermada su movilidad por causa de la inseguridad ciudadana, que se atribuyó a los gitanos.
Una normativa anterior, de 1717, había fijado la residencia forzosa de los gitanos en un número muy determinado de ciudades y poblaciones —un total de 75— con objeto de sedentarizarlos y asimilarlos. De hecho, en el momento de la organización y ejecución del plan, la capital, Madrid, estaba llena de gitanos en espera de reasentamiento, pues los procesos burocráticos eran lentos, lo que provocó las quejas del propio monarca, que ordenó apurar los trámites para expedir cuanto antes a los gitanos ambulantes a su destino y asegurar así su localización posterior. Eso permitió conocer con exactitud el paradero de 881 familias gitanas, siendo una de las claves de la eficacia de la operación.
Los planes fueron iniciados por Vázquez Tablada y continuados y ejecutados por el Marqués de la Ensenada cuando aquél cayó en desgracia, si bien ideas parecidas habían sido ya sugeridas en décadas anteriores, sin llegar a materializarse.
 El plan
La organización se llevó a cabo en secreto, y dentro del ámbito de la secretaría de Guerra. Esta institución del Estado absolutista preparó minuciosas instrucciones para cada ciudad, que debían ser entregadas al corregidor por un oficial del ejército enviado al efecto. La orden era abrir esas instrucciones en un día determinado, estando presente el corregidor y el oficial, para lograr la simultaneidad de la operación. También se prepararon instrucciones específicas para cada oficial, que se haría cargo de las tropas que debían llevar a cabo el arresto. Ni el oficial ni las tropas conocían hasta el último momento el objetivo de su misión. Ambas órdenes iban introducidas en un sobre, al que se añadió una copia del decreto del nuncio (antes mencionado) e instrucciones para los obispos de cada diócesis. Esos sobres se remitieron a los Capitanes Generales (previamente informados), que escogieron a las tropas en función de la ciudad a la que debían dirigirse.
Las instrucciones estipulaban que tras abrir los sobres se mantendría una breve reunión de coordinación del ejército y las fuerzas de orden público locales (alguaciles, etc.). Se sabe que en Carmona, por ejemplo, se estudió la operación sobre el plano de la ciudad, cortando las calles para evitar una posible huida. Tras los arrestos, se cruzaron los datos de los detenidos con los del censo de la ciudad, y se interrogó a los detenidos sobre el paradero de los ausentes, que fueron arrestados mediante requisitoria a los pocos días.
Tras el arresto, los gitanos deberían ser separados en dos grupos: todos los hombres mayores de siete años en uno, y las mujeres y los menores de siete años en otro. A continuación, y según el plan, los primeros serían enviados a trabajos forzados en los arsenales de la Marina, y las segundas ingresadas en cárceles o fábricas.2 Los arsenales elegidos fueron los de Cartagena, La Coruña y Ferrol, y más tarde las minas de Almadén, Cádiz y Alicante y algunas penitenciarías del norte de África. Para las mujeres y los niños se escogieron las provincias de Málaga, Valencia y Zaragoza.3 Las mujeres tejerían, y los niños trabajarían en las fábricas, mientras los hombres trabajarían en los arsenales, necesitados de una intensa reforma para posibilitar la modernización de la flota española, toda vez que las galeras habían sido abolidas en 1748.4 La separación de las familias (con el evidente objetivo de impedir nuevos nacimientos) fue uno de los rasgos más crueles de la persecución.
El traslado sería inmediato, y no se detendría hasta llegar al destino, quedando todo enfermo bajo vigilancia militar mientras se recuperaba, para así no retrasar al grupo. La operación se financiaría con los bienes de los detenidos, que serían inmediatamente confiscados y subastados para pagar la manutención durante el traslado, el alquiler de carretas y barcos para el viaje y cualquier otro gasto que se produjera. Las instrucciones, muy puntillosas en ese sentido, establecían que —de no bastar ese dinero— el propio Rey correría con los gastos.
 La puesta en práctica
La operación supuso la detención de 9.000 a 12.000 gitanos, lo que causó problemas de ubicación, que fueron solventados sobre la marcha. En cada lugar los hechos se desarrollaron de manera particular. En Sevilla, uno de los lugares más densamente poblados de gitanos de toda España (130 familias), se creó un cierto estado de alarma cuando se ordenó cerrar las puertas de la ciudad y los habitantes se enteraron de que el ejército rodeaba la población. La recogida de los gitanos dio lugar a disturbios que se saldaron con al menos tres fugitivos muertos. En otros lugares, los propios gitanos se presentaron voluntariamente ante los corregidores, creyendo tal vez que acudían a resolver algún asunto relacionado con su reciente reasentamiento.
La meticulosa organización de los arrestos contrasta con la imprevisión y el caos en que se convirtió el traslado y el alojamiento, sobre todo en las etapas intermedias de los viajes. Se reunió a los gitanos en castillos y alcazabas, e incluso se vaciaron y cercaron barrios de algunas ciudades para alojar a los deportados (por ejemplo, en Málaga). Ya en su destino, las condiciones de hacinamiento resultaron ser especialmente terribles, pues por lo general incluían el uso de grilletes.
Según la documentación conservada, la actitud de los no gitanos fue variable. Desde la colaboración y la denuncia hasta la petición de misericordia al Rey por parte de ciudadanos «respetables» (en el caso de Sevilla), lo que es una muestra del variado grado de integración que tenía la población gitana de entonces.
La vaguedad de la definición de «gitano»
En las instrucciones enviadas no se mencionaba a los «gitanos»: la palabra estaba prohibida por pragmáticas anteriores, en virtud de los ideales unificadores de la Ilustración. La pragmática básicamente describía sus actividades. Eso permitiría a algunos corregidores ordenar que no se molestara a determinada familia por estar arraigados en el vecindario y tener oficio conocido. Así mismo, no se detuvo a las mujeres gitanas casadas con un no gitano (si bien hubo excepciones), apelándose al fuero del marido, lo que implicaba que los gitanos casados con no gitanas sí serían deportados junto con sus mujeres e hijos. Se dispuso la horca para los fugados, si bien parece que las autoridades locales se negaron a cumplir esa orden, en parte por las decisiones de revisión de casos que veremos a continuación, en parte por considerarla injustificada.
Comienzan los recursos
El 7 de septiembre de 1749, ya muy avanzada la operación, tiene lugar una reunión del Marqués de la Ensenada con sus consejeros, en la que el Marqués declara:
Falta lo principal, que es darles destino con que se impidan tantos daños y extinga si es posible esta generación.5
En la reunión se baraja la deportación final a América, su dispersión por los presidios o su empleo en las obras públicas. Pese a esto, sin embargo, pronto lloverán los recursos y pleitos que desbaratarán parte del plan.
Como se ha dicho, no existía una noción clara y determinante de quién era gitano y quién no, de manera que muchos gitanos asentados desde hacía generaciones vieron revisados sus casos, en ocasiones por iniciativa propia, otras veces al ser defendidos por sus vecinos, y en la mayoría mediante procedimientos secretos, caso por caso, con el fin de comprobar su grado de integración.
Según Teresa San Román, en realidad lo que ocurrió fue que los consejeros del Rey descubrieron que los gitanos arrestados (los sedentarizados) eran los más valiosos para las economías locales, mientras que los más peligrosos, a sus ojos, continuaban sueltos. En octubre el gobierno presenta una nueva orden con más especificaciones, tratando de hacer entender que estaba deteniéndose a los gitanos equivocados. Eso explicaría que todavía en 1751 y 1755 hubiera partidas de detenidos enviados a las cárceles, y al mismo tiempo se liberaban otros. En general, la confusión posterior fue total, pues se detiene a los gitanos en un sitio, y se les suelta en otros (por petición de los vecinos y procedimientos secretos). Esta situación habría provocado, según la autora, la ruptura traumática de los vínculos entre "castellanos" y gitanos, especialmente desde la perspectiva de estos últimos, que vieron traicionados sus esfuerzos de integración.6
El personal militar encargado de custodiar a los arrestados apremió tales procedimientos, pues en realidad los gitanos detenidos creaban quebraderos de cabeza a sus carceleros y apenas servían para los trabajos de los arsenales. Esto permitió la paulatina liberación de muchos presos, si bien en un ambiente de caos (donde la similitud de apellidos y nombres dio lugar a diversas confusiones). A eso se sumó el hecho de que los liberados debían recuperar sus bienes ahora subastados, lo que convirtió el proceso en un problema jurídico para muchas localidades. Por otro lado, la liberación de parte del contingente dividió a los gitanos en dos grupos: los «buenos» y los «malos». Se desconoce la proporción existente entre uno y otro tipo.
Aquellos que quedaban presos se resignaron o se resistieron, y hubo intentos de evasión. A los cuatro años de internamiento, muchos gitanos volvieron a reclamar libertad, amparándose en que esa era la pena para los vagabundos, normalmente sin obtener por ello la libertad. Se sabe7 que en 1754, cinco años después de la redada, había 470 mujeres sólo en Valencia y 281 hombres en Cartagena. Entre tanto, las liberaciones se acompañaban de nuevas detenciones.
Básicamente, el asunto se fue dilatando en Madrid, pese a las protestas de los militares que se quejaban del coste económico que suponía tener a su cargo a los prisioneros, o de los vecinos y corregidores. Desde la Corte se dieron instrucciones taxativas para que no se admitieran más recursos ni liberaciones. Pese a todo, algunos arsenales, por su cuenta, e irregularmente, pusieron en libertad a varios contingentes en 1762 y 1763. Estos sucesos, y el revuelo que causaría entre los mandos del ejército, provocaron el indulto final.
El indulto
En 1763 se notificó a los gitanos, por orden del Rey (en este caso, Carlos III), que iban a ser puestos en libertad. Pero la compleja administración absolutista debía primero resolver el problema de su reubicación. Además, los consejeros del Rey decidieron que, junto al indulto, debería reformarse de nuevo toda la legislación sobre los gitanos. Esto supuso un atasco burocrático de dos años más, para desesperación de los gitanos presos (que no cesaron de reclamar la libertad8 ) e inquietud de los militares, hasta tal punto que el Rey ordenó acelerar los trámites y dio órdenes de finalizar el asunto. El 6 de julio de 1765, dieciséis años después de la redada, la secretaría de Marina emite orden de liberar a todos los presos, orden que hacia mediados de mes ya se habría cumplido en todo el reino. Se sabe, sin embargo, que todavía en 1783, treinta y cuatro años después de la redada, estaban siendo liberados algunos gitanos de Cádiz y Ferrol.6
Cuando en 1772 se sometió a deliberación una nueva legislación sobre gitanos, en el preámbulo se menciona la redada de 1749. Carlos III solicitará que sea retirada esa mención, pues «hace poco honor a la memoria de mi hermano»9 (refiriéndose a Fernando VI).