domingo, 26 de junio de 2011

1775-83 GUERRA DE INDEPENDENCIA DE EEUU: EEUU, FRANCIA Y ESPAÑA (1778) VS INGLATERRA.


El pretexto para la ruptura, fue el tiroteo de Lexington. El 18 de Abril de 1775, el general Gage, que mandaba las tropas en Boston, envió una columna a confiscar los depósitos de armas y municiones establecidos en Concord por los comités revolucionarios. Los patriotas, alertados, en su mayoría granjeros, recibieron a los soldados a tiros; fue el primer enfrentamiento grave entre los casacas rojas y los voluntarios americanos. La columna británica tuvo que replegarse hacia Boston, con gran satisfacción de los americanos. Fue el comienzo de la insurrección armada.
El Congreso americano, reunido en Filadelfia en Diciembre de 1775 decidió la formación de un ejército continental mandado por George Washington. Pronto se vio que esta elección había sido acertada. Washington hijo de un plantador de Virginia fue el partícipe.
El Congreso americano apelaba a la justicia del rey de Gran Bretaña pero Jorge III rechazó la petición del Congreso y envió mercenarios alemanes a ultramar para reforzar sus tropas y terminar con la resistencia americana. Comenzaba una guerra sin cuartel. La situación evolucionó rápidamente. La colonia de Virginia, en un acto revolucionario, fue la primera en proclamar su independencia constituyéndose en república. Se dio una Constitución precedida de una Declaración de Derechos que deben ser considerados como fundamento y base del gobierno. Destacaban las ideas de Rosseau, Locke y Montesquieu.
El ejemplo de Virginia terminó con la dudas de otras colonias. El 4 de Julio de 1776, el Congreso general de Filadelfia proclamó la unión solidaria de las trece colonias y votó la Declaración de Independencia de los EEUU. de América. Precedida por un preámbulo redactado por el virginiano Thomas Jefferson, e inspirado en los principios de los filósofos franceses: Montesquieu y Rosseau, esta célebre declaración reconocía el derecho a la insurrección. Marcaba un hito en la historia universal.
Entre la población subsistieron algunos elementos legitimistas, algunos prefirieron emigrar a Canadá o las Antillas antes que sublevarse contra el rey.
Proclamada la independencia había que conquistarla. La guerra fue larga y difícil (cerca de 7 años) y planteó problemas que en ocasiones parecieron insuperables debido a la especial situación de los insurrectos.
En primer lugar, no tenían un gobierno central. El Congreso, absorto en apasionadas discusiones, servía de vínculo entre los Estados, pero carecía de poder para dar órdenes a gobiernos autónomos muy celosos de sus prerrogativas.
En segundo lugar, la situación militar era angustiosa; los colonos sublevados o insurrectos, unos dos millones, carecían de recursos industriales. No tenían armas, ni municiones, ni vestidos. Había tropas sin valor militar, mal organizadas. Desde luego, tenían a su frente a un jefe extraordinario, Washington.
Por último, no tenían marina de guerra. En definitiva, la relación de fuerzas al comienzo del conflicto parecía muy desventajosa. Sin embargo, hay que tener en cuenta las dificultades de Gran Bretaña, que acababa de salir de las largas guerras europeas y coloniales de mediado de siglo y debía combatir lejos de sus bases.
La búsqueda de aliados era una condición “sine qua non” para el éxito. Tenían que inclinarse hacia Francia, rival marítima de Gran Bretaña. Esto traía consigo un peligro porque las colonias habían luchado enérgicamente contra Francia durante la guerra de los Siete Años.
Franklin fue recibido en Versalles por el rey de Francia, Luis XVI, conquistando los salones con su sencillez natural. La opinión pública seguía con simpatía el desarrollo de las ideas de libertad. El carácter ilustrado de la Declaración de la Independencia entusiasmaba a las élites intelectuales: se enrolaban voluntarios empujados por un deseo de libertad y por el sentimiento de que luchaban para construir un mundo nuevo. El marqués de la Fayette (el héroe de los dos mundos), se enroló con el ejército americano. Sin embargo, Vergennes, aunque vio que este asunto era una forma excelente para tomarse la esperada y deseada revancha sobre Gran Bretaña, no quiso comprometerse por el momento, para intentar que también España se uniese a su política. En un principio, Francia se limitó a una ayuda indirecta, proporcionando a los colonos las armas y municiones que tanto necesitaban, así como importantes subsidios.
Este amplio movimiento de simpatía y esta ayuda, no despreciable, no impidieron una serie de fracasos durante la primera fase de la guerra. En Saratoga los colonos vencieron a las casacas rojas.
Este hecho marcó un cambio en la guerra que se hizo desde ahí internacional. Los americanos se habían visto apoyados por las condiciones naturales desfavorables a los británicos (enorme extensión del campo de operaciones, pocos caminos y muy malos y numerosos ríos y espesos bosques), pero su tenacidad y la personalidad de su jefe, George Washington, seguían suscitando admiración. La noticia de la capitulación de Saratoga provocó entusiasmo en Francia y terminó con las últimas dudas de Vergennes.
La opinión pública francesa se inclinaba por la intervención. El 6 de Febrero de 1778 firmó con Franklin un tratado de comercio, amistad y de alianza defensiva. Francia reconocía la soberanía e independencia de las 13 colonias.
Los 15 estados se comprometían a no firmar paces separadas y a no dejar las armas hasta que no se reconociese la independencia. Diplomáticamente el siguiente trabajo de Vergennes fue obtener el apoyo de España, cuya potencia militar sobreestimaba. Con el Tratado de Aranjuez (12 de Abril de 1779), Francia firmaba con España una alianza a cambio de la promesa de devolverle Menorca, Gibraltar, Florida y las Honduras británicas. Francia estaba dispuesta a pagar muy caro el apoyo de la monarquía española. Vergennes deseaba crear una gran coalición contra Gran Bretaña y supo explotar el descontento de las potencias neutrales ante la actitud de ésta que, con el pretexto de luchar contra el contrabando de guerra, abusaba del derecho de inspección de buques.
Militarmente, el conflicto que enfrentó a Gran Bretaña, Francia y las 13 colonias, y más tarde también a España y a Holanda, duró cinco años y tuvo como escenario principal, además de los Estados Unidos, las Antillas, la costa de la India y todas las razones neurálgicas marítimas y coloniales.
La caída de Yorktown provocó en Gran Bretaña la dimisión en marzo de 1782 de Lord North, instrumento de la política personal de Jorge III. Un gabinete, más conciliador, entabló las negociaciones de paz. En las preliminares del 30 de Noviembre de 1782 Gran Bretaña reconocía la independencia de las 13 colonias; se fijaba la frontera de norte a sur, en el río Santa Cruz, los Grandes Lagos y el Mississippi. Los pescadores británicos conservaron el derecho a pescar en las aguas territoriales de América del Norte.
El Tratado de Versalles de septiembre de 1783 incluye cuatro acuerdos. Un convenio anglo-americano confirmando las preliminares de 1782. Un acuerdo anglo-holandés fijando la restitución recíproca de las conquistas. Un acuerdo anglo-español, que preveía la devolución a los españoles de Menorca y gran parte de la Florida, cuya frontera quedaba fijada en el Mississippi, pero los británicos se quedaban con Gibraltar. Y un acuerdo anglo-francés que hacía algunas concesiones a Francia: devolución de sus establecimientos en el Senegal y algunas Antillas (Tobago, Santa Lucía). La opinión pública francesa no se mostró muy conforme con el acuerdo.

DIFICULTADES DE LA INDEPENDENCIA
Tenían que transformar las antiguas colonias en 13 estados y se corría el riesgo de que esta transformación se produjese en medio del desorden y la anarquía. Desde el punto de vista militar, las tropas reclutadas en todos los estados, habían admitido la autoridad del general Washington; pero una vez terminadas las operaciones los antiguos combatientes, que no habían recibido su paga, amenazaban con marchar hacia Filadelfia. Desde el punto de vista financiero, era evidente la necesidad de una moneda común a los 13 estados.
La deuda era enorme y había que detener la inflación del papel moneda, que carecía de valor en el extranjero y no tenía respaldo en numerario. El problema de los impuestos no se había resuelto: los Estados no querían atender a los gastos de la colectividad. Por último, había que aclarar la situación de las tierras del Oeste, entre los Apalaches y el Mississippi, habitados por indios y donde había numerosas discusiones por la delimitación de fronteras.
El congreso continental, puesto en marcha antes de la independencia no tenía autoridad. En la conferencia de Anápolis en septiembre de 1786 (convocada a petición de Virginia para tratar problemas económicos y comerciales) propusieron la reunión de una convención de poderes para reformar los artículos del congreso continental. Tras varios aplazamientos los estados, excepto Rhode Island, designaron delegados para discutir las posiciones que considerasen necesarias.
El 25 de mayo de 1787 se reunieron en Filadelfia 55 delegados, destacando los federalistas Washington y Franklin. Esta asamblea decidió, desde el comienzo de sus trabajos, permanecer en el más absoluto secreto. No faltaron puntos conflictivos: los delegados de los pequeños estados se oponían a los de los grandes, y al mismo tiempo, se enfrentaban los partidarios de una amplia autonomía y los defensores de un poder fuerte. La elección unánime de Washington para la presidencia de la convención y la presencia de Franklin, inteligente y conciliador, facilitaron el desarrollo de los trabajos que duraron casi cuatro meses. Los delegados discutieron y elaboraron, el estatuto de los territorios del Oeste. La ordenanza de Julio de 1787 declaraba propiedad federal la zona y prohibía en ella la esclavitud.
El conjunto fue dividido en townships de 36 millas, subdivididos en 36 parcelas. Los townships se agrupaban en territorios. Cada uno de ellos era promovido al rango de Estado cuando alcanzaba los 60.000 habitantes. Entonces entraba en la Unión y la bandera federal adquiría una estrella más.
Así se solucionó, con sentido liberal, el problema de la colonización del medio oeste, siendo los pioneros iguales a los antiguos colonos del este y no sus súbditos.

LA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA
La Declaración de independencia de los Estados Unidos de América del Norte, redactada por Jefferson, y con claras influencias de Locke y de Rousseau y en la línea de la filosofía del derecho natural, fue firmada entre el 2 y el 4 de julio de 1776 por 56 miembros del Congreso Continental reunido en Filadelfia desde el año anterior.
La declaración expresaba las penalidades sufridas por las colonias bajo el gobierno de la Corona británica y las declaraba estados libres e independientes. La proclamación de la independencia supuso la culminación de un proceso político que había comenzado como protesta contra las restricciones impuestas por la metrópoli al comercio colonial, las manufacturas y la autonomía política, y que evolucionó hasta convertirse en una lucha revolucionaria que acabó en la creación de una nueva nación. El 7 de junio de 1776 Richard Henry Lee, en nombre de los delegados de Virginia en el Congreso Continental, propuso la disolución de los vínculos que unían a las colonias con Gran Bretaña. Esta propuesta fue secundada por John Adams de Massachusetts, pero la acción se retrasó hasta el 1 de julio y la resolución se aprobó al día siguiente. Mientras tanto, un comité (designado el 11 de junio) formado por los delegados Thomas Jefferson, Benjamin Franklin, John Adams, Roger Sherman y Robert R. Livingston, estaba preparando una declaración acorde a la resolución de Lee. El 4 de julio fue presentado al Congreso, que añadió algunas correcciones, suprimió apartados (como el que condenaba la esclavitud), incorporó la resolución de Lee y emitió todo ello como Declaración de Independencia.
Fue aprobada por el voto unánime de los delegados de doce colonias; los representantes de Nueva York no votaron porque no estaban autorizados. No obstante, el 9 de julio el Congreso Provincial de Nueva York concedió su apoyo. El 2 de agosto fue firmado por los 53 miembros presentes en el acto; los tres ausentes firmaron después. El documento defiende el derecho a la insurrección de los pueblos sometidos a gobiernos tiránicos en defensa de sus inherentes derechos a la vida, la libertad, la búsqueda de la felicidad y la igualdad política.
En ella, aparte de las acusaciones vertidas contra el rey Jorge III y su Gobierno, que significan la mayor parte del documento, se consigna uno de los principios más revolucionarios jamás escrito anteriormente: "todos los hombres han sido creados iguales". Y estos hombres "recibieron de su Creador ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; así, para asegurar esos derechos, se han instituido los gobiernos entre los hombres, derivándose sus justos poderes del consentimiento de los gobernados; de tal manera que si cualquier forma de gobierno se hace destructiva para esos, fines es un derecho del pueblo alterarlo o abolirlo, e instituir un nuevo gobierno, basando su formación en tales principios, y organizando sus poderes de la mejor forma que a su juicio pueda lograr su seguridad y felicidad".
La Declaración concluía así: "Nosotros, representantes de los Estados Unidos de América, reunidos en Congreso general, apelando al Juez Supremo del mundo por la rectitud de nuestras intenciones, en el nombre y por la autoridad del buen pueblo de estas colonias, declaramos y publicamos solemnemente que estas colonias unidas son y han de ser Estados libres e independientes; que han sido rotos todos los lazos con la Corona británica y que cualquier conexión política entre ellas y el Estado de Gran Bretaña es, y debe ser considerado, totalmente disuelto; y que, como Estados libres e independientes; tienen todo el poder para declarar la guerra, concluir la paz, concertar alianzas, establecer lazos comerciales, y llevar a cabo cualquier otro acto que los Estados independientes pueden realizar. Y para apoyar esta declaración, con la firme confianza en la protección de la Divina Providencia, nosotros empeñamos nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor”.

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