Después de invadir y devastar el norte de Grecia, los gálatas, un combativo pueblo de etnia celta, se instalan en las mesetas de Anatolia, desde donde lanzan operaciones de pillaje contra los pueblos vecinos. Les apoyan los Atálidas que los utilizan para disgregar a los demas estados griegos.
El reino de Bitina con capital en Nicomedia se asocia a los gálatas contra los seleucidas que siguen en crisis tras el asesinato de Seleuco en 281 y regido ahora por Antioco I. Los Gálatas con su táctica de ataques aislados contra poblaciones indefensas siembran la destrucción y el terror en el conjunto del imperio. Poco a poco Antioco consigue después de dos años, aislar a los gálatas y expulsarlos hacia Frigia aunque el problema celta seguiría vigente para los seleucidas a lo largo de los cien años siguientes.
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