lunes, 28 de febrero de 2011

2.43. 540DC-627DC GUERRAS ROMANAS EN ORIENTE: ROMA VS PARTIA O SU SUCESORA PERSIA SASANIDA


Cuando Belisario es elevado al cargo de comandante en jefe del ejército de Oriente de mano de su protector, el flamante nuevo emperador del Imperio Romano de Oriente, Justiniano, la frontera oriental, la que separa el territorio romano del persa, es un antiguo y más que conocido campo de batalla para los dos imperios enfrentados.
En estos tiempos poco queda ya del antiguo prestigio del ejército romano, pese a que las fuerzas de oriente quedaron menos maltrechas que las de occidente, el ejército bizantino es, a todas luces, muy inferior al sasanida, y no digamos al propiamente persa, cuya fuerza de elite, la caballería, es una más que poderosa tropa de choque al servicio del Rey de Reyes. Fuerza esta imbatible en campo abierto y directamente responsable de la temible fama que hace del sassanida un ejército virtualmente invencible.
ste estado de cosas condiciona en gran medida el escenario en el que se va a mover nuestro protagonista. Es una guerra de posiciones, de golpes y contra golpes, de duros asedios y de, menos, batallas en campo abierto, en donde los persas llevan, por lo general, las de ganar. Solo la reconocida capacidad romana en la lucha de sitios, unida a la fabulosa distribución y densidad de sus posiciones fortificadas en una amplia franja de la frontera permiten a estos sostenerse, las más de las veces, perdiendo tan solo algún punto fortificado, bien ciudad o bien fortalezas, que suelen ser recuperadas en cuanto la ofensiva persa agota su impulso.
Sin embargo, el verdadero trasfondo de las guerras desatadas por el joven Cósroes I contra Bizancio viene dado por el temor, o celos, que siente este monarca al advertir que, aprovechandose de la paz que, en cierto modo, disfrutan las provincias orientales, Justiniano se esta expandiendo sin limites por occidente. Las famosas conquistas de Belisario, y lo que ello representaban, no podían pasar desapercibidas para el astuto rey persa, por lo que en cuanto tuvo la mas mínima excusa para desatar las hostilidades se volcó en una destructiva guerra que el emperador romano no podia sostener, como veremos, en igualdad de condiciones.
La llegada de Belisario a oriente como comandante, (conocía el frente por haber participado en una campaña menor como alto oficial), implico sin duda una reforma en la actitud romana de afrontar las hostilidades. La dirección de Belisario no conllevara necesariamente una reforma en los hábitos militares bizantinos, las cosas continúan como estaban, es decir, un ejército plagado de tropas profesionales o auxiliares de pueblos fronterizos, en general muy poco cohesionado, dividido en numerosas guarniciones de frontera y en manos de oficiales incapaces (por lo que se ve), de llevar adelante acciones coordinadas bajo un objetivo común. Lo que Belisario aporta en este momento es la fuerza de su genio, una mente privilegiada para la dirección de la guerra, que hace un uso extraordinario de los medios de que dispone, pero que en absoluto son diferentes a otros de los que han dispuesto sus antecesores, menos afortunados, o de menor capacidad. El ejército bizantino de este periodo, directo heredero de las tradiciones alto imperiales, colapsara mas adelante ante la ultima embestida sassanida bajo Cósroes II.
Belisario, como seguidamente veremos, no conquistara para Justiniano ni la mas mísera provincia o población, su gran aportación consistirá en no dejarse batir, o como máximo, hacer retroceder, al invencible ejército sassanida. De hecho, su mayor éxito fue ese, provocar la retirada de un imponente ejército sassanida tan solo con el uso de su astucia, que no de sus ejércitos, casi ridículo para la tarea que le habían encomendado.
LA SITUACIÓN EN LA FRONTERA SUDORIENTAL

Desde mucho tiempo atrás, la frontera romana se encuentra resignada a una defensa en profundidad, la agresividad persa va en aumento y esto, unido a la distracción de fuerzas que Justiniano llevara a cabo para poder expandirse en occidente, colocara al oriente romano en ciertas dificultades, quizás puntuales, posiblemente, pero que no entraran en vías de solución y que se agravaran a medida que pasen los años.
Para hacer frente a la amenaza representada por el incansable enemigo, Justiniano trato, en un principio, de echar mano de todos los recursos diplomáticos imaginables. Por un lado, consciente de que gran parte de la riqueza romana caía en manos persas como intermediarios que eran de las rutas comerciales que comunicaban occidente con oriente, trato de distraer parte de ese flujo comercial atrayendolo hacia el cuerno de África.¿Por que no?, debió pensar, o ser aconsejado, hacer que los traficantes se dirijan por el mar Rojo, haciendo escala en el reino de Axum, hasta el propio Egipto. Los beneficios de la intermediación caerían, en gran parte, en las arcas del reino amigo de Axum, quienes podrían ahora acaparar los réditos de tan lucrativo negocio.
Lo que no podía saber Justiniano es que las cosas no resultaban tan sencillas, pues los mercaderes persas compraban, en las primeras escalas indicas, toda la producción proveniente del subcontinente, cercenando así la posibilidad de que algún comerciante de ese área se entregase a la, siempre arriesgada, navegación hasta el Mar Rojo (Mare Rubrum).
Desplegó Justiniano gran energía en poner coto a la influencia sassanida en el sur de Arabia, y puede presumir de haber extendido la influencia bizantina por toda la costa árabe de este mar, hasta el Yemen, en donde concertó con los árabes himyaries, bajo Esimifeo, una alianza, tratando con ello de lanzarlos, con un refuerzo de tropas bizantinas, contra el flanco árabe del Imperio Sassanida. Evidentemente era difícil llevar adelante una campaña de esa envergadura, teniendo, como tenían, todo un inmenso desierto que hacia a la vez de frontera y de protección mutua, y ya no digamos el reto, posterior, de enfrentarse a los temibles ejércitos del enemigo. Al final, ni Esimifeo ni Abramo (5), su sucesor, pese a las muchas promesas que hicieron, se volcaron en la difícil empresa que se les proponía.
A la larga fueron los persas quienes decidieron la cuestión invadiendo y conquistando el reino homerita, aunque eso, es ya otra historia.

EL FLANCO ÁRABE
Tanto sassanidas como romanos hacían uso, y abuso, de la alianza con las tribus árabes, lease sarracenos
(4), con las que tenían frontera. Ambos los utilizaban en campaña y eran en ocasiones, así mismo, víctimas de sus destructivas incursiones. Toda la frontera desde el Mar Rojo hasta, mas o menos, Tadmor (Palmyra), se encontraba bajo control de jefes tribales prorromanos, a los que se pagaba una subvención con tal de que dejasen tranquilas las provincias fronterizas bizantinas. Desde allí hasta bien entrado el curso del Éufrates, los árabes de Alamundaro se enseñoreaban del desierto y sometían a toda la frontera romana a un despiadado castigo, haciendoles víctimas de una implacable serie de razias que, precisamente bajo este jeque, llevaron a los bizantinos a una situación extrema, obligandoles a mantener todo un ejército de maniobra, de mas de 6.000 hombres, en el área del Líbano presto a actuar allí donde fuera necesario. Durante 50 años este tal Alamundaro presto innumerables servicios a los persas atormentando la frontera bizantina, y sin dejarse tentar nunca por las sustanciosas ofertas recibidas del bando contrario.
Justiniano, para hacer frente a la seria amenaza que representaba Alamundaro, opto por reorganizar la distribución de las tribus árabes afines, dos jeques se repartieron entonces la vigilancia y defensa de las fronteras entre Tadmor y el Golfo Arábigo. El primero, y mas poderoso, Aretas, encargado de enfrentarse directamente con las gentes de Alamundaro, y el otro, llamado Abocárabo, comprenderá en sus dominios a todas las tribus sarracenas situadas entre Palestina y la frontera con los madenos.

MESOPOTAMIA-SIRIA
Como ya comentábamos antes, la región mesopotamica se encontraba perfectamente preparada para el tipo de guerra a que se veían, los sassanidas, abocados. Tanto es así que no es de extrañar como los persas decidirán ahora dejar de lado esta provincia y dirigirse
, siguiendo el lado derecho del Éufrates y guiados por los árabes de Alamundaro, contra la menos protegida Siria bizantina. Este radical cambio de estrategia tuvo un dramático efecto sobre la provincia romana, que será devastada desde el Éufrates hasta su capital, la populosa Antioquía.
La forma y composición del ejército bizantino de este siglo supone un aval más para que los persas puedan conseguir, las más de las veces, su propósito. Son generalmente unidades profesionales, de cualquier punto del mapa, las veremos compuestas por vándalos, godos, hunos, herulos, ilirios, árabes o tracios. Esta falta de arraigo provoca que, en ocasiones, guarniciones romanas (solo de nombre) se unan a los persas durante un asedio tan solo por que se les adeuda la paga. No obstante, las más de las veces son leales, y la población, aterrada con la perspectiva de un despiadado saqueo, lucha con arrebato junto con las tropas contra los temidos asaltantes.
El flanco sirio de la frontera será, como veremos, a partir de Justiniano, el flanco débil del sistema de defensa bizantino.

ARMENIA y EL CÁUCASO
Desde el reparto de Armenia del año 390 la frontera no ha sufrido alteraciones de relevancia, sin embargo, gran parte de los problemas vendrán dados por la actitud de los diferentes aliados de cada uno de los bandos, las mas de las veces causados por los propios generales, bien de los persas, bien de los romanos, que con sus rapacidades o abusos empujan a estos a adoptar resoluciones que provocan de inmediato una serie de reacciones en cadena que desestabilizan toda la región. De esta forma, el frente armenio va a ganar pronto protagonismo, como quizás veamos en este u otro capitulo.
Belisario no se dirigirá a este frente una vez nombrado comandante de las fuerzas romanas en Oriente, todas sus evoluciones posteriores se limitaran al área Mesopotamica, por lo que solo nos referiremos a esta zona de pasada, sin entrar en profundidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario