Filipinas ha elegido a su nuevo presidente de la república. La noticia, en otras circunstancias, gozaría de leve cobertura internacional, pero ocupa durante el día de hoy parte de la actualidad informativa en los principales medios de comunicación del mundo. ¿Por qué? Por el candidato vencedor, Rodrigo Duterte, exalcalde de Davao, de más de un millón de habitantes, durante dos décadas y personaje político extravagante, polémico y de retórica incendiaria. Duterte, como algunos medios estadounidenses han señalado, es un Trump ajustado al molde filipino, pero, en muchos sentidos, más preocupante.
De Davao, una gigantesca urbe al sur de la isla de Mindanao, la más al sur del archipiélago y la segunda más grande. También es hogar de varias minorías étnicas significativas (Filipinas es, como todos los países del sudeste asiático, un vivero de etnias, religiones e idiomas), contando con un destacado porcentaje de la población de confesión musulmana. Duterte nace al abrigo de una familia política de cierto recorrido en la isla, pero de menor calado e importancia que los principales clanes políticos que aún hoy controlan el país. Pese a ello, crece rápidamente en la política local y llega a la alcaldía de Davao en 1988.
Por su capacidad para pacificar la ciudad. Durante los ochenta, Davao es una de las urbes con la tasa de criminalidad más altas de todo el país. Duterte se propone desde el principio acabar con la dinámica, y para ello se vale de toda clase de recursos, tanto dentro del sistema legal como fuera de él. Se centra principalmente en los criminales, en los traficantes y en los consumidores de drogas. Duterte es acusado de utilizar patrullas de la muerte para realizar ejecuciones extrajudiciales sumarias. Sus métodos reducen el crimen pero aumentan las muertes violentas. En todo caso, las cifras sobre la seguridad de Davao son difusas.
De forma paralela, Duterte implementa otras medidas para asegurar el cumplimiento de la ley y la conservación del orden. Por ejemplo, establece estrictos horarios para la venta de alcohol, obliga a utilizar cámaras de vigilancia a todos los establecimientos o reduce el límite de velocidad. Durante su tenencia como alcalde de la ciudad, Duterte no teme patrullar las calles de la ciudad, en ocasiones acompañado de grupos armados con rifles M16, según este reportaje de Time, para asegurar el orden y la paz en los barrios de Davao. Las cifras son imprecisas: sus opositores le acusan de ejecutar a 1.400 personas.
Su política de tolerancia cero le vale el apodo de "El Castigador".
No. El éxito de Duterte va más allá de su capacidad para aplacar el crimen. Como alcalde, también realiza diversos proyectos de rehabilitación de los consumidores. Además, logra incluir de forma efectiva a las diversas minorías étnicas de la urbe en el gobierno de la ciudad. Los gabinetes de Duterte se convierten en pioneros en Filipinas: por primera vez, políticos de etnia mora (musulmanes filipinos, comunes en Mindanao) o lumad (una minoría étnica: el propio padre de Duterte no era tagalo, sino cebuano) gozan de representación. Es un personaje atípico, capaz de defender los derechos LGBT en público.
Duterte ha obtenido amplia cobertura y fama mediática en Filipinas, un país de rápido crecimiento económico pero de poca redistribución de la riqueza, con serios problemas de corrupción, ineficiencia pública y tasa de criminalidad. Duterte se ha postulado como el hombre de perfil duro que es, y ha llevado a cabo una campaña extravagante, repleta de actos de carácter populista y cercanos al votante medio. En público, además, no ha temido presentarse tal y como es, no rehuyendo las cuestiones polémicas de su alcaldía en Davao.
Cuando Amnistía Internacional le acusó de matar a 700 personas extrajudicialmente, él respondió que se equivocaban, que habían sido 1.700.
Los filipinos le han otorgado su confianza, y sus rivales han aceptado la derrota, pese a verle como un peligro inminente por sus métodos y maneras autoritarias. Ante todo, su campaña ha estado plagada de citas memorables que le han valido toda clase de consideraciones y paralelismos, desde Trump hasta Hitler. Entre otras joyas, Duterte ha bromeado sobre la violación que una misionera australiana sufrió en Davao en 1989, ha prometido pasar por encima de los derechos humanos para matar 100.000 criminales y ha insultado al Papa.
Es un hombre que no teme hacer apología del terrorismo de estado para conseguir sus fines, o que afirma que cerrará el Congreso si se enfrenta a un proceso de impeachment.
Es parte de la incógnita: no ha desvelado gran cosa de su proyecto político. Al igual que otros populistas, Duterte se ha valido de grandes conceptos (acabar con el crimen y con la corrupción, imponer el orden y acabar con el caos, etcétera), pero no de propuestas concretas. Duterte se beneficia del poco reparto del crecimiento económico de Filipinas, pero como se explica en la BBC, nadie sabe realmente qué quiere hacer con su boyante estado de salud financiero. Sus ideas en el resto de materias no económicas pasan por imponer mano dura, pero también por algunas otras de amplia popularidad en el país.
Así, Duterte puede representar más leña en el incendio permanente que viven las islas del mar de la China Meridional, uno de los puntos más delicados a nivel internacional. China se ha apropiado de varios atolones, ganando tierra y afirmando su soberanía, reclamada por Filipinas. El plan de Duterte, en sus propias palabras, no es luchar con el ejército chino, sino acudir a las isletas disputadas y plantar la bandera filipina allí. De forma paralela, Duterte ha defendido un sistema federal y descentralizado de Manila, capital y hogar de las familias más influyentes del país, para reducir la corrupción y mejorar la administración.
Sus orígenes sureños, además, le permiten una posición negociadora óptima para el conflicto secesionista que amenaza desde hace décadas la isla de Mindanao, con una minoría y grupos políticos y armados musulmanes reclamando la independencia de Bangsamoro.
http://www.eldiario.es/theguardian/presidente-Filipinas-anima-matar-drogadictos_0_532647566.html
Rodrigo Duterte |
¿De dónde sale Duterte?
¿Por qué destaca como alcalde de Davao?
De forma paralela, Duterte implementa otras medidas para asegurar el cumplimiento de la ley y la conservación del orden. Por ejemplo, establece estrictos horarios para la venta de alcohol, obliga a utilizar cámaras de vigilancia a todos los establecimientos o reduce el límite de velocidad. Durante su tenencia como alcalde de la ciudad, Duterte no teme patrullar las calles de la ciudad, en ocasiones acompañado de grupos armados con rifles M16, según este reportaje de Time, para asegurar el orden y la paz en los barrios de Davao. Las cifras son imprecisas: sus opositores le acusan de ejecutar a 1.400 personas.
Su política de tolerancia cero le vale el apodo de "El Castigador".
¿Sólo por eso es reelegido cuatro veces?
¿Cómo ha llegado ahora a la presidencia?
Cuando Amnistía Internacional le acusó de matar a 700 personas extrajudicialmente, él respondió que se equivocaban, que habían sido 1.700.
Los filipinos le han otorgado su confianza, y sus rivales han aceptado la derrota, pese a verle como un peligro inminente por sus métodos y maneras autoritarias. Ante todo, su campaña ha estado plagada de citas memorables que le han valido toda clase de consideraciones y paralelismos, desde Trump hasta Hitler. Entre otras joyas, Duterte ha bromeado sobre la violación que una misionera australiana sufrió en Davao en 1989, ha prometido pasar por encima de los derechos humanos para matar 100.000 criminales y ha insultado al Papa.
Es un hombre que no teme hacer apología del terrorismo de estado para conseguir sus fines, o que afirma que cerrará el Congreso si se enfrenta a un proceso de impeachment.
¿Qué políticas quiere implementar Duterte?
Así, Duterte puede representar más leña en el incendio permanente que viven las islas del mar de la China Meridional, uno de los puntos más delicados a nivel internacional. China se ha apropiado de varios atolones, ganando tierra y afirmando su soberanía, reclamada por Filipinas. El plan de Duterte, en sus propias palabras, no es luchar con el ejército chino, sino acudir a las isletas disputadas y plantar la bandera filipina allí. De forma paralela, Duterte ha defendido un sistema federal y descentralizado de Manila, capital y hogar de las familias más influyentes del país, para reducir la corrupción y mejorar la administración.
Sus orígenes sureños, además, le permiten una posición negociadora óptima para el conflicto secesionista que amenaza desde hace décadas la isla de Mindanao, con una minoría y grupos políticos y armados musulmanes reclamando la independencia de Bangsamoro.
¿Qué futuro le espera a Filipinas con él?
Incierto. Duterte es un personaje ambivalente, capaz de alcanzar la presidencia del país confesando haber disparado a compañeros de universidad o habiendo argumentado que el terror es la mejor herramienta para acabar con el crimen y el tráfico de drogas. Pero al mismo tiempo, Duterte ha ganado once elecciones (todas a las que se ha presentado, en Davao y para el Congreso), ha sido capaz de incluir a minorías étnicas en el sistema político filipino, de defender los derechos LGBT y de ofrecer ayuda humanitaria a comunidades alejadas de su radio de acción. Un político particular, pero de indudable popularidad entre los filipinos.
http://www.eldiario.es/theguardian/presidente-Filipinas-anima-matar-drogadictos_0_532647566.html
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