viernes, 8 de agosto de 2014

Bonifacio VIII

Bonifacio VIII (* Anagni, (ha. 1235) – † Roma, 11 de octubre de 1303) fue el Papa nº 193 de la Iglesia católica, de 1294 a 1303.


Bonifacio VIII

Nació en Anagni. Elegido el 24.XII.1294, murió el 11.X.1303. Fue un gran Papa. Celebró por primera vez el Año Santo (1300) pudiendose repetir cada 100 años. Fundó la Universidad de la "Ciencia" en Roma.
Fue un protector de importantes artistas entre los cuales está Giotto. Miembro de una familia aristocrática romana destinado a la carrera eclesiástica, fue creado cardenal en 1291 y adquirió gran influencia bajo el pontificado de Celestino V. Probablemente fue Gaetani quien presionó al papa para que abdicara (algo inusual hasta entonces) y hacerse elegir en su lugar (1294).
El papa Bonifacio VIII (1294-1303) otro de tan negra lista medieval practicó la brujería (Durant vol. 6, p.232), llamó mentiroso e hipócrita a Cristo, profesó ser ateo, negó la vida futura y fue un homicida y un pervertido sexual. Oficialmente dijo Lo siguiente: “EI darse placer a uno mismo, con  mujeres o con niños, es tanto  pecado como
frotarse las manos”
(Historia de los Concilio de la Iglesia, Libro 40, art. 697). Y, aunque parezca imposible, él fue quien escribió  la bula Unam Sanctam, en la  cual declaró oficialmente que la iglesia católica es la única y verdadera iglesia; fuera de La cual nadie puede salvarse
Fue este papa tan inmoral quien declaró oficialmente: “Nosotros afirmamos y declaramos definitivamente que es necesario para la salvación, que todo ser humano sea sujeto al pontífice de Roma”.  Fue durante el reinado de este papa, cuando Dante visitó Roma.
 Comenzó entonces el que se ha llamado «último papado medieval», caracterizado por la fuerza con que Bonifacio defendió la doctrina de la teocracia papal frente a los intereses de las restantes familias aristocráticas romanas (encabezadas por los Colonna), frente a las veleidades de dominio sobre la Iglesia del rey de Inglaterra, Eduardo I (a quien impidió gravar al clero con tributos reales), y frente a la continua intromisión del rey de Francia, Felipe IV, el Hermoso. Aunque hubo momentos de entendimiento con Francia (como el que condujo a la canonización de Luis IX, abuelo del rey francés, en 1297), el conflicto estalló finalmente de forma violenta: tras la proclamación de la bula Unam sanctam, en la que el papa defendía criterios teocráticos contra la detención de un obispo francés por Felipe (1302), éste hizo apresar a Bonifacio («atentado de Anagni», 1303). Aunque fue liberado por un tumulto, falleció un mes más tarde. Un espíritu de rebelión sopló sobre el mundo después del retiro de Celestino y de la entronización de Bonifacio VIII. Los "espirituales" franciscanos afirmaban que la abdicación de Celestino era nula y que, por consiguiente, el nuevo Papa no era legítimo. La misma tesis era defendida por los Colonna y el rey de Francia, Felipe el Hermoso. Bonifacio condenó el "Evangelio eterno", y los "espirituales" acusaron al Papa de haber traicionado el espíritu de Cristo y el Orden evangélico. Jacopone de Todi era uno de los adversarios de Bonifacio y en sus llameantes poemas atacó al Papa y a la Universidad de París, cuyos sabios destruían en el mundo la herencia espiritual de Asís. Jacopone fue arrestado y permaneció cinco años en la cárcel. Decenios más tarde esta dura polémica iba a tener como consecuencia la separación de los franciscanos en "conventuales" y seguidores de la "estricta observancia", separación todavía existente.
   Todo aquel imponente movimiento, brotando del anhelo general hacia una vida pura y honesta y en contra del lujo, de la riqueza y de la corrupción que reinaba en muchos corazones, culminó en el libro de Dante, obra clave de la Edad Media, expresión del mismo espíritu de pureza en busca de la perfección, en la que el Poverello di Dio aparece en el paraíso y Bonifacio en el infierno, claro símbolo de la manera en que los hombres del siglo juzgaban a los grandes de su tiempo.
   Dante había conocido a Bonifacio, mientras representó a Florencia en una embajada que la ciudad del Arno envió a Roma, en 1301. Gibelino, convencido de que el Imperio universal era la forma ideal para que el mundo viviera en paz y de que el emperador era independiente ante el Papa, Dante defendía una tesis imposible de llevar a la práctica, ya que el Imperio había perdido su fuerza y el rey de Francia estaba sustituyéndole en nombre de un sistema político, el de la monarquía nacional, que pronto sería el de toda Europa y que excluía la idea de la universalidad temporal.
   El conflicto entre el rey de Francia y Bonifacio estalló sin tardar. Bonifacio soñaba con la supremacía universal de la Iglesia, según la doctrina de Gregorio VII y la de Inocencio III. El rey Felipe el Hermoso, inspirado en las ideas dantescas de su consejero Pierre Du Bois, se veía como jefe de una monarquía universal, triste esbozo del absolutismo y de las tiranías modernas. En el fondo de su alma el nuevo Papa tenía todas las razones, ya que, a través de su sueño universal, pensaba establecer la concordia entre los príncipes, entre Francia e Inglaterra sobre todo, y convocar una nueva cruzada.
   Como la guerra contra Inglaterra se apoyaba materialmente en los fondos eclesiásticos, el clero pidió la mediación del Papa para defender sus bienes. Con la Bula Clericis laicos, de 1296, el Papa prohibía, bajo pena de excomunión, recibir o pagar impuestos sobre los bienes eclesiásticos. Alemania e Inglaterra aceptaron la Bula, pero el rey de Francia prohibió a los viajeros que salían de Francia exportar cualquier cantidad de dinero, aun si se pensaba realizar con él obras de piedad para la Santa Sede.
   El conflicto parecía inminente, cuando el Papa consiguió mejorar las relaciones, dirigiendo dos cartas amables a Felipe el Hermoso. En 1300, Bonifacio organizó el primer Jubileo de la Iglesia, al que, sin embargo, no asistió ningún soberano de importancia. El Papa, ante el impresionante número de peregrinos, pensó llamar a todos a una nueva cruzada. Un nuevo conflicto estalló con Francia, al publicarse en aquel país una falsa bula pontifical y una falsa contestación del rey en la que el Papa era insultado. A la convocatoria del Papa para un nuevo concilio, Felipe contestó convocando enseguida los estados generales, en los que, al lado de la nobleza y el clero, aparecía por primera vez la burguesía.
   A pesar de sus provocaciones, Felipe no pudo insistir en su actitud, ya que el ejército flamenco, apoyado por los ingleses, derrotaba en Courtray a la caballería francesa. La bula Unam Santacm empeoró otra vez las relaciones con Francia. El poder espiritual aparecía como único llamado a instaurar el temporal y de juzgarle cuando éste dejaba de ser bueno. La bula no traía ninguna novedad con respecto a las anteriores, pero aparecía en aquellas circunstancias como el manifiesto de una nueva nomarquía universal, de acuerdo con las frases pronunciadas por el Papa en Roma, en ocasión del año jubilar.
   Aconsejado por Guillermo de Nogaret, el rey decidió apoderarse de la persona del Papa, llevarlo a Francia y hacerlo juzgar por un tribunal nacional. La expedición fue preparada, desde el mes de marzo de 1303, por Nogaret y algunos de los Colonna, enemigos del Papa, refugiados en Francia. Ya habían empezado a organizarse en París manifestaciones para preparar la opinión pública con idea de la reunión del concilio nacional, cuando Bonifacio, enterado de lo que se tramaba, redactó la Bula Super Petri Solio, lista para ser publicada el 8 de septiembre, y en la que se excomulgaba al rey y se desligaba a sus súbditos del juramento de fidelidad a la corona.
   Nogaret pasó en seguida a la acción, y el 7 de septiembre apareció en Anagni, donde residía el Papa. Sciarra Colonna acompañaba al consejero del rey. Salvo dos cardenales (Pedro de España y Bocassini), todo el mundo abandonó a Bonifacio, que esperó a sus enemigos en la sala del trono, llevando en las manos las llaves y la Cruz. "Ya que he sido abandonado como Jesucristo -dijo-, pienso morir como un Papa". Los invasores insultaron al Sumo Pontífice, y, según los cronistas Nogaret le abofeteó. A todo esto contestó humildemente: "Aquí está mi cuello, aquí mi cabeza".
   Durante tres días Bonifacio fue torturado y amenazado, con el fin de obtener de él la convocatoria del concilio nacional, el mismo que iba a condenarle. Mientras tanto el cardenal Bocassini pudo alertar al pueblo, que se alzó, atacó a los franceses, hirió a Nogaret y ahuyentó a la banda de los Colonna. El Papa pudo regresar a Roma, donde falleció un mes más tarde, el 11 de octubre de 1303.
   Pocos años después de Agnani, el rey Felipe se apoderaba del Papa y daba comienzo a lo que se llama en la historia de la Santa Sede "el cautiverio de Babilonia". Durante 70 años el poder pontifical no fue más que un instrumento en manos del poder temporal. Puede afirmarse que en aquel momento terminaba la Edad Media.
  http://es.wikipedia.org/wiki/Bonifacio_VIII

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