lunes, 23 de junio de 2014

Gilles de Rais

Gilles de Montmorency-Laval, baron de Rais, llamado Gilles de Rais (o Gilles de Retz) (septiembre de 1405 ? - 26 de octubre de 1440), fue un noble y asesino en serie francés del siglo XV que luchó en los años finales de la Guerra de los Cien Años junto a Juana de Arco.
Su enorme agresividad y psicopatía lo llevaron a alistarse en el ejército para desahogarse con los enemigos a los que se enfrentaba. Su abuelo De Craon quería que llegase a la cumbre del poder francés y para ello le recomendó a Guillaime La Jumelliers como consejero en política, estrategias militares y finanzas. Se puso a las órdenes de Juan V, duque de Bretaña en las querellas residuales de la Guerra de Sucesión Bretona, entre los Montforts y los Penthièvres. Luchó siempre en la vanguardia con sus soldados —tropas pagadas por él—, y sus compañeros de armas lo admiraban porque parecía poseído cuando luchaba dando mandobles, con una rapidez y fuerza increíbles, pareciendo que eran los demonios quienes regían sus movimientos.
Después de las campañas de Juan V, Gilles rindió homenaje a Carlos VII, delfín de Francia en aquel momento, para combatir contra los ingleses y sus aliados de Borgoña. Lo reclutó Georges La Tremoille, gran chambelán del rey, hombre astuto y hábil que vio la capacidad combativa y guerrera de Gilles, quien arrastraba tras de sí a los soldados en las batallas. En aquel momento, La Tremoille pretendía aprovechar los éxitos militares para mantenerse en el poder. Fue en esa época —en la que, no olvidemos, la guerra era para los nobles un mero entretenimiento— cuando Gilles conoció, en 1429, a Juana de Arco, con la que quedó fascinado y maravillado por su historia y belleza física.

Retrato imaginario de Gilles de Rais.
El Delfín Carlos concedió un pequeño ejército a Gilles y a Juana para liberar Orleans del asedio inglés. Junto a ellos estaban otros generales como el Bastard de Órleans —Conde de Dunois—, el Duque de Alençon y La Hire. En sólo ocho días las fuerzas francesas lograron levantar un sitio que duraba ya varios meses. Entraron triunfales en la ciudad y todo el mundo los veía como los salvadores de Francia. Poco después contribuyó a las victoria francesas en la batalla de Jargeau y en la batalla de Patay. Su audacia y violencia en combate eran comparables a la de los berseker vikingos. Gilles llegó a decir durante las campañas con Juana que ella era Dios y que si debía matar ingleses por mandato de Dios, así lo haría. Se convirtió en su escolta y protector, salvándola en varias ocasiones en los fragores de las batallas, como en el ataque a París a finales de 1429. Pese a las matanzas y crueldades de la guerra, Gilles se sentía realizado espiritualmente, ya que Juana lo inspiraba y había rendido un gran servicio a su patria. Además, en ese mismo año fue proclamado mariscal de Francia con tan sólo 25 años —caso único en la historia francesa—, amasando una inmensa fortuna. Adoptó la flor de lis en su escudo de armas, cuando Carlos VII fue proclamado rey el 17 de julio en la catedral de Reims.

Mientras disfrutaba de su posición como mariscal de Francia ocurrió otro hecho : la captura y condena a muerte en la hoguera de Juana de Arco, el 31 de mayo de 1431. Pese a que intentó ayudarla contratando un pequeño ejército de mercenarios, aún no se sabe qué pasó para que no llegara a tiempo, ya que tan sólo se encontraba a 25 kilómetros de Ruan, localidad en que se había llevado a cabo el juicio. Su última acción en la Guerra de los Cien Años fue en la batalla de Lagny en agosto de 1432, en la que resultó victorioso.
Además de la muerte de Juana de Arco, el chambelán La Tremoille, su protector, cayó en desgracia en 1434 después de la campaña de amparo al duque de Bourbon contra el duque de Borgoña, que sitiaba la ciudad de Grancey. Perdida su condición de mariscal, Gilles se refugió en el castillo de Tiffauges, ubicado en la Vendée, y se convirtió en un demonio que afloró sus instintos más perversos. Su mente se volvió más enfermiza debido a que no participaba en guerras para tranquilizarse y a que, tras la muerte de su abuelo en 1432, Gilles tuvo plena libertad para hacer lo que quisiera.

En su afán por procurarse víctimas para sus sacrificios, servidores de Gilles de Rais como Henriet y Poitou, recorrían los pueblos y las aldeas buscando niños y adolescentes prometiéndoles que los harían pajes en los castillos del señor de Rais. Siempre en lugares lejanos, incluso en algunas ocasiones el propio Gilles con amabilidad acudía personalmente a las casas de los plebeyos para asegurar a los parientes de los niños un prometedor futuro. De las víctimas los padres no tenían más noticias y, si preguntaban, les respondían que estaban bien. Pronto la gente se alarmó y de Rais recurrió a los raptos. Entre 1432 y 1440 se llegaron a contabilizar hasta 1.000 desapariciones de niños de entre 8 y 10 años en Bretaña. Pero la gran locura llegaba por la noche cuando él y sus esbirros se dedicaban a torturar, vejar, humillar y asesinar a los niños previamente secuestrados. Después de cada sangrienta noche, Gilles salía al amanecer y recorría las calles solitario, como arrepintiéndose de lo hecho, mientras sus secuaces quemaban los cuerpos inertes de las víctimas. El temor se apoderó de los habitantes de los pueblos. Los criados tuvieron que ampliar su campo de acción, con lo que el pavor se extendía más y más. Hasta que las murmuraciones se convirtieron en gritos que llegaron a las más altas autoridades.

Pero llegó el momento de que todo esto acabara, y ese momento fue cuando el obispo de Nantes, Jean de Malestroit, investigó las desapariciones de Bretaña y vio que no eran casuales. Malestroit descubrió los crímenes gracias al hecho de que, en plena depresión, Gilles vendió uno de sus últimos castillos, el de Saint-Etienne-de-Memorte al tesorero de Juan V, Geoffroy de Farron. Gilles se enteró de que un primo suyo, señor de Villecigne, quería comprar el castillo y creyó que Le Farron no aceptaría la anulación. Este había dejado a su hermano Jean, eclesiástico, al frente del castillo. Gilles, en otro de sus impulsos, atacó la iglesia donde Jean celebraba misa y lo secuestró, encerrándolo en Tiffauges. El ataque fue conocido por el duque de Bretaña y por el propio Malestroit. Juan V mandó a su hermano, el condestable del rey, a rescatar a Jean Le Farron mientras él intentaría apaciguar a Gilles. Al final, Gilles de Rais fue capturado el 15 de septiembre de 1440, cuando se presentó a las puertas del castillo de Machecoul, donde estaba entonces Gilles de Rais, un grupo armado al mando del capitán Jean Labbé, que iba acompañado por el notario Robin Guillaumet en nombre del obispo de Nantes. Portaban órdenes del duque. Era el fin. Gilles de Rais se entregó, junto con Prelatti, Blanche, Henriet y Poitou, y fue llevado a juicio. El 19 del mismo mes, es decir, cuatro días después de su detención, empezó el interrogatorio que continuó el día 28, y los días 8, 11, 13, 15 y 22 de octubre.

Fue tanto el horror que provocó su confesión que durante el juicio uno de los presentes cubrió el crucifijo que presidía la sala por la vergüenza que generaban sus palabras. Según crónicas de la época, las paredes emanaron sangre que lentamente se deslizó hacia el piso como buscando redención.
Ante su desmedido arrepentimiento fue incluso objeto de compasión de clérigos y plebeyos y se concedió la petición de que fuera una comitiva detrás de él hacia su lugar de ejecución. Finalmente, el día 26 de octubre de 1440 Gilles de Rais, junto a dos de sus más perversos colaboradores, habiendo rechazado la gracia real —perdón de la pena que se le extendía por ser Par de Francia—, fue conducido al prado de la Madeleine en Nantes para ser ahorcado. Sus restos fueron enterrados con solemnidad en la iglesia de las carmelitas de Nantes, a petición del mariscal.

http://es.wikipedia.org/wiki/Gilles_de_Rais

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