jueves, 26 de marzo de 2015

El Holocausto judío en España 2

Los Estatutos de limpieza de sangre.

Fueron el mecanismo de discriminación legal hacia las minorías españolas conversas bajo sospecha de practicar en secreto sus antiguas religiones - marranos en el caso de los ex-judíos y moriscos en el de los antiguos musulmanes- que se estableció en España durante el Antiguo Régimen. Consistían en exigir (al aspirante a ingresar en las instituciones que lo adoptaban) el requisito de descender de padres que pudieran asimismo probar descendencia de cristiano viejo. Surgen a partir de la revuelta de Pedro Sarmiento (Toledo, 1449), a consecuencia de la cual se redactó la Sentencia Estatuto y otros documentos justificativos, que a pesar de ser rechazados incluso por el papa Nicolás V, tuvieron una gran difusión en gobiernos municipales, universidades, órdenes militares, etc.
Su principal problema, y que causó el rechazo inicial por el papado, era el hecho de que presuponían que ni siquiera el bautismo lavaba los pecados de los individuos, algo completamente opuesto a la doctrina cristiana.
Posteriormente, y para justificar una segregación de posiciones de poder (incluido el económico) que podían adquirirse durante la Colonización española de América los estatutos se emplearon para impedir que los españoles libremente pudiesen asentarse en las Américas, limitando su emigración.
Los estatutos de pureza de sangre tardaron siglos en caer en desuso. Tan tarde como 1804, el rey Fernando VII estableció que ningún caballero de orden militar se podía casar sin que un consejo estableciera la pureza de sangre de la cónyuge

 Ferrán Martínez (Fernando, Ferrand, o Ferrant), conocido por su cargo de arcediano de Écija, fue un clérigo español del siglo XIV, uno de los más importantes predicadores antisemitas. Se hizo enormemente popular por sus sermones y predicaciones en los que insistentemente excitaba el odio contra los judíos, a los que atribuía toda clase de vicios, y a través de ellos fue el mayor impulsor de la revuelta antijudía de 1391. A pesar de su cargo de arcediano en Écija, vivía en Sevilla, como vicario general de Pedro Gómez Barroso Albornoz (el primer cardenal-arzobispo de Sevilla, sobrino del también cardenal y arzobispo Gil de Albornoz).

En 1390, en un intervalo de tres meses, murieron tanto el rey como el arzobispo. El nuevo rey, Enrique III de Castilla, tenía sólo once años, con lo que tuvo que ejercerse la regencia por su madre. El cabildo catedralicio nombró a Ferrán Martínez vicario general. Fortalecido de tal manera, emitió el 8 de diciembre de 1390 una orden a todos los párrocos de su diócesis, bajo pena de excomunión, con instrucciones para destruir todas la sinagogas existentes en sus parroquias y enviar a Sevilla todos los candelabros rituales, libros en hebreo y rollos de la Ley que se encontrara en ellas. Los primeros en obedecer fueron los de Écija y Alcalá de Guadaira, a las que siguieron otras localidades.
Los judíos sevillanos volvieron a quejarse al rey el 15 de diciembre de 1390. Este envió una carta al cabildo catedralicio días después, haciendo a sus miembros responsables de todos los daños que habían sufrido los judíos, y mandándoles reconstruir o reparar a sus propias expensas las sinagogas destruidas o dañadas. También les daba órdenes estrictas de deponer a Ferrán Martínez de sus cargos y enviarlo a donde no pudiera hacer más daño. Aunque el cabildo parecía dispuesto a obedecer al rey, el arcediano, todavía máxima autoridad del arzobispado, se impuso con el argumento de que en materia eclesiástica no estaban sujetos al rey, ni podía exigirles la reconstrucción de las sinagogas. Su posición tenía el respaldo de la reina regente y del pueblo de Sevilla.
En marzo de 1391 se produjo el primer levantamiento antijudío, con varias muertes; aunque la revuelta más importante ocurrió varios meses después, el 6 de junio, cuando la judería de Sevilla fue asaltada y miles de judíos fueron asesinados u obligados a convertirse al cristianismo. Los protagonistas del tumulto, seguidores de Ferrán Martínez, eran conocidos como matadores de judíos.[1] El movimiento se extendió por toda la Corona de Castilla y por la de Aragón.
Antes de morir, cedió toda su fortuna al Hospital de Santa María de Sevilla, que él mismo había fundado. Se le veneró popularmente como santo

Vicente Ferrer
Vicente Ferrer fue uno de los más destacados predicadores antisemitas de su época. Su lema era bautismo o muerte. De los judíos dijo que eran animales con rabo y que menstrúan como las mujeres. Afirmaba que los judíos tienen entre otros el más oculto y abominable oprobio pues les sale de la cara aquel exangüe olor y amarillez de su rostro (...) La señal de Caín está puesta sobre ellos y es el olor que exhalan. Fue impulsor del pogromo de 1391 en el barrio judío de Valencia, donde actualmente se ubica la plaza San Vicente Ferrer; y en Toledo consiguió la transformación de la Sinagoga Mayor de Toledo en la Iglesia de Santa María la Blanca. Como resultado, bien de sus predicaciones, bien de la violencia de la revuelta antijudía de 1391, una gran cantidad de judíos se convirtieron al cristianismo, originándose a partir de entonces una importante comunidad de cristianos nuevos. Hay autores que niegan que Vicente Ferrer estuviera en Valencia en 1391, y que insisten en que nunca aprobó la violencia, aunque sí que pensaba que aquel quebranto era una buena oportunidad para intensificar la catequesis.
Su trabajo se vio facilitado por su conocimiento intenso del hebreo, las tradiciones, y las Escrituras. 

http://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_Ferrer_%28santo%29 
 http://www.ciberecija.com/NOTICIAS/abril05/abril_27_pag1.htm
http://yadbeyad.wordpress.com/2009/06/21/la-matanza-de-la-juderia-sevillana/ 
http://chrismielost.blogspot.com/2011/05/sobre-el-fanatismo-religioso-los-coptos.html 

Bibliografía

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