jueves, 26 de marzo de 2015

El Holocausto judío en España 1

Es de común pensar que cuando nos referimos al holocausto judío nuestras miradas se posan en el pasado reciente de la alemania nazi. Parece que como si demonios feroces se asentasen en la cultura alemana dispuestos a asesinar judios con brutal y exclusiva vehemencia.
Nada más lejos de la realidad. Y sin pretender exculpar o minimizar la responsabilidad que el pueblo alemán contrajo en tan horrible crimen he pensado que bien podiamos conocer aunque sea brevemente  otra historia del holocausto judio. Esta vez en suelo español y algo más antigua. Simplemente para que no nos creamos mejores que otros pueblos que se hicieron tristemente famosos por su brutal manera de tratar a otras comunidades que no eran de su agrado.


La Revuelta antijudía de 1391 fue una revuelta popular dirigida contra los judíos (historiográficamente se la ha denominado con el término "pogromo"[1] y en hebreo: גזירות קנ"א‎, Gzeirot kana,[2] [3] "pogromo" o "conversiones forzadas del 5151" -año correspondiente en el calendario hebreo-) que se inició el 6 de junio de ese año en la ciudad de Sevilla. Hubo saqueos, incendios, matanzas y conversiones forzadas de judíos en las principales juderías de las ciudades de casi todos los reinos cristianos de la Península Ibérica: las coronas de Castilla y Aragón y en el reino de Navarra. Las revueltas más graves fueron las iniciales, que comenzaron en Sevilla y se propagaron a Córdoba, Toledo y otras ciudades castellanas.[4
Las causas más profundas derivan de la crisis del siglo XIV, que, además de sus efectos económicos y sociales,[5] en la Corona de Castilla había dado lugar a la Primera Guerra Civil Castellana y el establecimiento de la Casa de Trastámara, enfrentada desde 1390 a un momento especialmente delicado: la llegada al trono de Enrique III de Castilla en minoría de edad (11 años); a lo que se sumaba la relación entre la monarquía autoritaria y los judíos, sobre todo la percepción social de esa relación.
Toda Europa sufría desde hacía medio siglo la peste de 1348, de devastadoras consecuencias demográficas (se calcula que murió la tercera parte de la población del continente), socioeconómicas y políticas. En la búsqueda de explicación al fenómeno fue habitual recurrir a todo tipo de causas imaginarias, como atribuirlo a un castigo divino a los cristianos por permitir la presencia de la raza deicida (los judíos) entre ellos; o culpar directamente a los judíos de envenenar los pozos de agua para propagar la peste (atribuyéndoles el propósito de destruir la cristiandad). El deterioro de la convivencia, alterada también por la fama que tenían los judíos de ricos y el afán de robarles,[4] llevó al estallido de revueltas antijudías, incluyendo la matanza de miles de judíos, que comenzaron en la Europa central y se extendieron hasta España.
La causa desencadenante inmediata de la revuelta sevillana fueron las predicaciones antijudías que desde hacía quince años (1376) venía efectuando el arcediano de Écija, Ferrán Martínez, que incitaba a la población de Sevilla contra los judíos.[9] A los protagonistas del tumulto, seguidores del predicador, se les conocía como matadores de judíos.[10] A los motivos religiosos, se sumó la percepción de impunidad de los que asaltaban y destruían las sinagogas, a causa de la situación política (vacío de poder durante la minoría de Enrique III).[4]
Las matanzas de judíos se extendieron a otras ciudades, primero del valle del Guadalquivir (Córdoba, Andújar, Montoro, Jaén, Úbeda, Baeza, etc.) y luego de la Meseta Sur (Villa-Real -hoy Ciudad Real-, Cuenca, Huete, Escalona, Madrid, Toledo -18 de junio-, etc.) y otras zonas castellanas (Burgos, Logroño -12 de agosto-, etc.) y de la Corona de Aragón (Valencia -9 de julio-, Orihuela, Játiva, Barcelona -5 de agosto-, Lérida -13 de agosto-, Mallorca, etc.) donde había también notables predicaciones antijudías: las de San Vicente Ferrer (su lema era bautismo o muerte[11] ). Hay autores que niegan que Vicente Ferrer estuviera en Valencia en 1391 y que insisten en que nunca aprobó la violencia, aunque sí que pensaba que aquel quebranto era una buena oportunidad para intensificar la catequesis.[12]
En el momento de los pogromos, las Cortes de Castilla estaban reunidas en Madrid. Al enterarse de los acontecimientos, se decidió enviar un procurador a cada ciudad con una carta, redactada en los términos más apremiantes posibles, en la esperanza de que se consiguiera contener la revuelta; objetivo que sólo se consiguió parcialmente.[4

Sevilla

A mediados del siglo XIV, entre 6.000 y 7.000 familias judías vivían en Sevilla; muchas de ellas se dedicaban a la industria y el comercio. Su riqueza suscitaba la envidia y el odio de la población. Los judíos estaban frecuentemente expuestos a los ataques y al maltrato.
Un primer motín estalló el 15 de marzo de 1391, durante el cual varios judíos fueron asesinados; pero los nobles, que los protegían, pronto sofocaron la sublevación. Tres meses después, el 6 de junio, la población enfurecida atacó masivamente las juderías, saqueando y quemando las casas. Más de 4.000 judíos fueron asesinados, aunque la mayor parte se vio obligada a aceptar el bautismo para salvar sus vidas.[9]

Córdoba

Dos días después de que empezara la revuelta de Sevilla, se inició la de Córdoba. Con el pretexto de obligar a los judíos a convertirse al cristianismo, una multitud, entre la que se encontraban clérigos y criados de las casas nobles, irrumpió en la judería y en el castillo, saqueando y matando a los judíos.[4] La matanza se prolongó durante tres días, en los que fueron exterminados la práctica totalidad de los judíos cordobeses. Los que no fueron asesinados fueron obligados a la conversión.
Toledo
A finales del siglo XIV, Toledo era una ciudad con una significativa población judía y musulmana. Había diez sinagogas y cinco centros de estudio y oración o madrazas, a las que quizás haya que añadir dos más de las que existe noticia documental. De estas diez, casi todas fueron destruidas tras el pogromo de 1391, y sólo se han podido identificar con seguridad el Templo Nuevo, Sinagoga Nueva o Sinagoga Mayor, convertida en la Iglesia de Santa María la Blanca[17] y la Sinagoga del Tránsito, que aloja en la actualidad el Museo Sefardí.[18] El 18 de junio de 1391 las revueltas llegaron a la ciudad, y la judería de Toledo fue atacada en las penumbras de la noche de manera similar a otras ciudades del reino. Entre las víctimas de la matanza se encontraban destacados artesanos, poetas y hombres de letras.

Barcelona

El 5 de agosto de 1391, día que se festejaba Santo Domingo, fue asaltada y destruida la judería o call de Barcelona, que para la época contaba con el 15% del total de la población de la ciudad (Benjamín de Tudela, a su paso por la ciudad en el siglo XI, la describió como una comunidad santa de hombres sabios y prudentes y grandes príncipes). Se produjeron unas 300 muertes.

http://es.wikipedia.org/wiki/Revuelta_antijud%C3%ADa_de_1391

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