La sabiduría de los ancianos

Quiero comenzar este blog dedicado a las mentiras,  con una mentira, digamos, pequeñita: la sabiduría de los ancianos.

Supongo que en alguna tribu remota de una región desconocida, donde los conocimientos no se pueden leer ni escribir, la memoria juega un papel fundamental y, en ese hipotético sitio, cuando uno ya era anciano a los cuarenta años y el Alzheimer un gran desconocido, los ancianos gozaban de una fama que ha perdurado en el tiempo: la de poseer una sabiduría privilegiada.

Pero yo no vivo en ninguna tribu con sabios ancianos en ella. En el mundo en el que yo vivo los ancianos no enseñan mucho. Quizás paciencia; no porque ellos la tengan ya que, algunos, no muchos, la tienen pero otros, la mayoría, carecen de ella.

La ancianidad puede ser un símbolo de sabiduría pero la realidad es que el anciano por naturaleza se vuelve débil físicamente y dependiente de los que le rodean. Esto conduce al miedo y el miedo al egoísmo. Son testarudos y maniáticos y por lo general celosos. Tienen hijos favoritos que muchas veces no son aquellos que les cuidan sino los que apenas tienen tiempo de hacerles una visita.

Todo esto no es ningún defecto ni, por supuesto falta ni pecado. Es inherente a la condición humana. Es lo normal.

Por otra parte, en la actualidad, en occidente, las personas mayores son explotadas por sus hijos hasta que ya no son útiles. Con el pretexto de que los dos tutores  de la familia tienen que salir de caza ya no hay nadie que  cuide de la prole, por lo que toda la carga recae sobre los abuelos.

Por una parte es bueno, porque se siente integrados y útiles pero por  otra les impide disfrutar de un merecido descanso después de toda una vida de trabajo.

Después, muchos de ellos son relegados en asilos por lo que su sabiduría, si existiese, sería enclaustrada y llevada al olvido.

Todo esto me lleva a pensar que la llamada sabiduría de los ancianos se ha convertido, al menos en la civilización occidental, que es la que conozco, en un mito.

LML