miércoles, 9 de julio de 2014

Campana de Huesca

La leyenda de la campana de Huesca cuenta cómo Ramiro II el Monje, rey de Aragón, decapitó a doce nobles que se opusieron a su voluntad. La historia es parte del acervo popular en Aragón, especialmente en la ciudad de Huesca.

Según cuenta la Crónica de San Juan de la Peña (siglo XIV), estando Ramiro II preocupado por la desobediencia de sus nobles mandó un mensajero a su antiguo maestro, el abad de San Ponce de Tomeras, pidiéndole consejo. Este llevó al mensajero al huerto y cortó unas coles (algunas veces se habla de rosas), aquellas que sobresalían más. A continuación ordenó al mensajero repetir al rey el gesto que había visto. Ramiro II hizo llamar a los principales nobles para que vinieran a Huesca, con la excusa de hacer una campana que se oyera en todo el reino. Una vez allí, hizo cortar la cabeza a los nobles más culpables, sofocando la revuelta.1
La forma popular desarrolla algo más el hecho: el rey convocó Cortes e hizo venir a todos los nobles del reino para que vieran una campana que se oiría en todo el reino. A los rebeldes los hizo entrar de uno en uno en la sala y fue decapitándolos según iban entrando. Una vez muertos, los colocó en círculo y la del obispo de Huesca, el más rebelde, lo colocó en el centro como badajo. Luego dejó entrar a los demás para que escarmentaran.

José Casado del Alisal, La campana de Huesca, 1880, óleo sobre lienzo, museo del Prado. Expuesto en el ayuntamiento de Huesca.
Los cronistas de la Edad Moderna, empezando por Jerónimo Zurita, se han ocupado de intentar dilucidar la historicidad del mito y enjuiciar el posible homicidio.
En sus Anales de la Corona de Aragón (1562-1579) y, sobre todo, en las Gestas de los reyes de Aragón (1578), el historiador Jerónimo Zurita acepta la historicidad de la matanza de nobles basándose en los testimonios de la Crónica de San Juan de la Peña y, sobre todo, de la noticia de los Anales Toledanos, que según el cronista real, atestiguan su veracidad; aunque rechaza la leyenda de la ineptitud de Ramiro para el combate (motivo que generó, como comprobó Zurita, el romancero) y la de la construcción de la campana. En cuanto a su valoración moral, califica el acto de crimen «cruel e inaudito». A Zurita siguen los posteriores historiadores: el Padre Mariana, Jerónimo Blancas y el común de los historiadores modernos.

La historiografía del siglo XIX dudó de la veracidad de la incivilizada actuación real. Así se muestra, por ejemplo, en la Historia general de España (1851) de Modesto Lafuente y esta idea se mantenía en 1913, según cuenta la Historia de España y la civilización española de Rafael Altamira, que considera la anécdota «puramente fabulosa».

http://es.wikipedia.org/wiki/La_campana_de_Huesca

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