viernes, 18 de diciembre de 2015

Dorell Inocentiv Hanea

Dorell Inocentiv Hanea
Un coche de juguete teledirigido convertido en bomba estalló el 7 de noviembre en una calle de Parla encima de las piernas de un gigantón rumano llamado Tudor. El artefacto iba destinado a Marian Tudorache, alias Becu, uno de los hampones que, según los informes policiales, quiere controlar el tráfico de mujeres del polígono Marconi, un supermercado de la carne situado al sur de Madrid. Días antes, Becu propinó una paliza al que hasta entonces era considerado El señor del polígono, Dorel Inocentiu Hanea, durante la celebración de un bautizo al que asistía un puñado de gángsters rumanos y sus familias. Dorel no perdonó la afrenta y quiso enseñar músculo para dejar claro quién mandaba: encargó dar un escarmiento a Becu.
El atentado fallido desencadenó la Operación Juguete, que terminó con seis rumanos detenidos y la huida de Dorel –arrestado 29 veces en los últimos años- hasta México, país en el que murió hace unas semanas. "Lo ocurrido entre Dorel y Becu –afirma un policía que lleva muchos años luchando contra las organizaciones criminales rumanas- es solo una primera batalla. Va a haber muchos más episodios y seguramente correrá sangre". Las batallas y la guerra llegan tras el vacío dejado por Ioan Clamparu, Cabeza de Cerdo, el mayor traficante de mujeres del mundo, detenido en España en septiembre de 2011. Mientras Clamparu estaba en libertad, no había guerras, ni disputas territoriales; él era el único que mandaba en el polígono Marconi. Todas las mujeres que se prostituían allí estaban controladas por él y su guardia pretoriana, de la que formaban parte Becu y Dorel.

Los hombres de Dorel cogieron una fama de violentos que traspasaba fronteras. No había nadie en la colonia rumana en España ni en su propio país que no reconociera su nombre. Al mismo tiempo, su organización trabajaba en la sombra, ya que ningún delincuente que pagaba el impuesto revolucionario se atrevía a denunciar. Temían la represalia de la banda, pero también la respuesta de la propia Policía, pues al denunciar se ponían ellos mismos en evidencia. Imperaba, por lo tanto, la ley del silencio y del terror.
El propio Dorel era un experto en parecer lo que no era ante los jueces. A pesar de conducir Mercedes valorados en cerca de 100.000 euros, acudía a las comparecencias judiciales harapiento, sin haberse duchado durante días y con el mono, pues era un consumidor incansable de cocaína. Este disfraz, que tenía gran parte de realidad, hizo, de hecho, que algunos magistrados no se terminaran de creer que era el jefe de una trama organizada de magnitud incalculable. Hasta ese punto tenía controlado el patriarca de la delincuencia. Sin embargo, algo falló en su propia casa.
Algunos componentes de la banda se desligaron de la disciplina y conformaron su propia organización paralela. Al principio, había cordialidad entre ambas partes. Se dividieron la provincia de Madrid y ninguno se metía en el terreno del otro. Los capos de los dos grupos se veían en bodas y comuniones e incluso se saludaban con respeto en un gesto que recuerda a los besos de El Padrino. Sin embargo, poco a poco fueron surgiendo encontronazos, algunos de ellos derivados del traspaso de personal de uno a otro bando.
La gota que colmó el vaso tuvo lugar en noviembre del año pasado, cuando un proxeneta de Dorel se pasó a la organización rival y, no contento con ello, incluso trató de extorsionar a otro para que hiciera lo mismo. El gesto despertó la ira del sucesor de Cabeza de Cerdo, que rompió todas sus costumbres. Por primera vez, se presentó en un bautizo en el que solo iban miembros de la banda contraria al más puro estilo Gary Cooper en Solo ante el peligro. Sacó de la fiesta al traidor, le pegó una somanta que lo dejó tieso y regresó al banquete como si viniera del baño.

http://www.elconfidencial.com/espana/2015-02-01/boxeo-droga-y-mucha-violencia-en-la-banda-de-rumanos-mas-peligrosa-de-europa_652698/


http://www.zoomnews.es/479662/pringue/guerra-mafia-rumana-caida-cabeza-cerdo 

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