Isidro Goma |
Isidro Gomá y Tomás (La Riba, 19 de agosto de 1869-Toledo, 22 de agosto de 1940) fue un clérigo y escritor español, cardenal primado de España durante la Guerra Civil, en la que desempeñó un destacado papel protagonista en favor de los sublevados.
Fue elevado a la mitra de Tarazona en 1927, cuando
las relaciones entre la dictadura del general Primo de Rivera y
el clero catalán estaban sometidas a duras pruebas. Con el advenimiento de la Segunda República, Gomá
mantuvo desde el obispado posiciones integristas y
beligerantes; sus ataques contra las reformas del primer bienio republicano en
temas como el divorcio, el matrimonio civil
o la enseñanza pública (su pastoral Sobre
los deberes de la hora presente, de abril de 1931, cuestionaba la
obediencia al poder constituido), o sus críticas a la democracia liberal y el parlamentarismo, llegaron a
alcanzar resonancia fuera de España.1
En julio de 1933 toma posesión de la silla toledana, vacante desde
hacía dos años por la dimisión del cardenal Segura. En diciembre
de 1935 alcanzó el cardenalato y, tras un viaje a Roma, logró que en abril de
1936 la Santa Sede confirmase la primacía de Toledo sobre
la diócesis de Tarragona, con lo
que pasó a sustituir en la dirección de la Iglesia española al «accidentalista» Vidal
y Barraquer.1 Pese a lo difícil del momento, en el desempeño de su tarea contó
con el beneplácito de extensos círculos del moderantismo republicano, pero sin
que su inalterable acatamiento al poder legítimamente constituido impidiera una
enérgica repulsa contra cualquier injerencia o extralimitación de la potestad
civil en el campo eclesiástico. Línea de conducta a la que conformaría
igualmente su difícil y arriesgada actuación durante la Guerra Civil de 1936.
Su intervención fue decisiva para el reconocimiento por la
Santa Sede del gobierno de la dictadura militar presidido por el general Franco,
y también en 1937 redactó, conociendo los asesinatos de obispos y sacerdotes en
la zona republicana, la Carta
colectiva de los obispos españoles a los obispos de todo el mundo con motivo de
la guerra en España,2 defendiendo el movimiento nacional.
También justificó teológicamente la Guerra Civil y dio su aprobación a la
designación de "cruzada" a
esta. En una de sus intervenciones públicas más conocidas, celebrada en Budapest
el 28 de junio de 1938, declaró: «Efectivamente, conviene que la guerra
acabe. Pero no que se acabe con un compromiso, con un arreglo ni con una
reconciliación. Hay que llevar las hostilidades hasta el extremo de conseguir
la victoria a punta de espada. Que se rindan los rojos, puesto que han sido
vencidos. No es posible otra pacificación que la de las armas. Para organizar
la paz dentro de una constitución cristiana, es indispensable extirpar toda la
podredumbre de la legislación laica...».3 Muere cinco años después
de haber obtenido de Pío XI la púrpura cardenalicia (19 de
diciembre de 1935).
fuente: wikipedia
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