sábado, 28 de diciembre de 2024

Isidro Gomá

 

Isidro Goma

Isidro Gomá y Tomás (La Riba, 19 de agosto de 1869-Toledo, 22 de agosto de 1940) fue un clérigo y escritor español, cardenal primado de España durante la Guerra Civil, en la que desempeñó un destacado papel protagonista en favor de los sublevados.

Fue elevado a la mitra de Tarazona en 1927, cuando las relaciones entre la dictadura del general Primo de Rivera y el clero catalán estaban sometidas a duras pruebas. Con el advenimiento de la Segunda República, Gomá mantuvo desde el obispado posiciones integristas y beligerantes; sus ataques contra las reformas del primer bienio republicano en temas como el divorcio, el matrimonio civil o la enseñanza pública (su pastoral Sobre los deberes de la hora presente, de abril de 1931, cuestionaba la obediencia al poder constituido), o sus críticas a la democracia liberal y el parlamentarismo, llegaron a alcanzar resonancia fuera de España.1

En julio de 1933 toma posesión de la silla toledana, vacante desde hacía dos años por la dimisión del cardenal Segura. En diciembre de 1935 alcanzó el cardenalato y, tras un viaje a Roma, logró que en abril de 1936 la Santa Sede confirmase la primacía de Toledo sobre la diócesis de Tarragona, con lo que pasó a sustituir en la dirección de la Iglesia española al «accidentalista» Vidal y Barraquer.1 Pese a lo difícil del momento, en el desempeño de su tarea contó con el beneplácito de extensos círculos del moderantismo republicano, pero sin que su inalterable acatamiento al poder legítimamente constituido impidiera una enérgica repulsa contra cualquier injerencia o extralimitación de la potestad civil en el campo eclesiástico. Línea de conducta a la que conformaría igualmente su difícil y arriesgada actuación durante la Guerra Civil de 1936.

Su intervención fue decisiva para el reconocimiento por la Santa Sede del gobierno de la dictadura militar presidido por el general Franco, y también en 1937 redactó, conociendo los asesinatos de obispos y sacerdotes en la zona republicana, la Carta colectiva de los obispos españoles a los obispos de todo el mundo con motivo de la guerra en España,2 defendiendo el movimiento nacional. También justificó teológicamente la Guerra Civil y dio su aprobación a la designación de "cruzada" a esta. En una de sus intervenciones públicas más conocidas, celebrada en Budapest el 28 de junio de 1938, declaró: «Efectivamente, conviene que la guerra acabe. Pero no que se acabe con un compromiso, con un arreglo ni con una reconciliación. Hay que llevar las hostilidades hasta el extremo de conseguir la victoria a punta de espada. Que se rindan los rojos, puesto que han sido vencidos. No es posible otra pacificación que la de las armas. Para organizar la paz dentro de una constitución cristiana, es indispensable extirpar toda la podredumbre de la legislación laica...».3 Muere cinco años después de haber obtenido de Pío XI la púrpura cardenalicia (19 de diciembre de 1935).

fuente: wikipedia

 


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