martes, 12 de septiembre de 2017

GENOCIDIO EN BURUNDI- 1972




Durante 1972 en Burundi, las fuerzas gubernamentales dirigidas por los tutsis y otros tutsis colaboradores masacraron a unos 100.000-200.000 hutus, así como otros tutsis que intentaron detener la violencia. Burundi se encuentra en la región de los Grandes Lagos de África y es el vecino del sur de Rwanda, y, al igual que Rwanda, ha sufrido trágicamente la violencia genocida. Burundi formaba parte de la colonia Ruanda-Urundi (actual Ruanda y Burundi) controlada por Bélgica hasta principios de los años sesenta y, como en Ruanda, los tutsis eran la minoría de la población.


Las tensiones en la década de 1960 entre los hutus y los tutsis se intensificaron, ya que ambos competían por el control después de la independencia. En 1966, el ejército, encabezado por Michel Micombero, tomó el poder y rápidamente comenzó a excluir la influencia hutu en el gobierno. Sin embargo, como lo ha demostrado el erudito René Lemarchand, la causa del genocidio de 1972 no fue simplemente una cuestión de los tutsis políticamente dominantes y homogéneos que trataron de acabar con el hutu opuesto, sino que también fue precipitado por el conflicto entre los tutsi luchando por controlar al gobierno. El grupo regional y étnico representado por Micombero se estaba moviendo para consolidar su poder a expensas de otros tutsis y, como resultado, los hutu oprimidos podían ver el poder del gobierno debilitarse.

Con esta oportunidad percibida, un grupo de hutu intentó un golpe contra el gobierno de Micombero. Los hutus intentaron violentamente tomar el poder y mataron entre 2.000 y 3.000 Barundi, la mayoría de los cuales eran tutsis. Sin embargo, tras la violencia inicial de los hutus, las fuerzas tutsi comenzaron un genocidio contra cualquier hutu que pudiera tener o potencialmente plantear una amenaza a su poder. Como lo dice el estudioso Lemarchand: "Lo que siguió no fue tanto una represión, sino una horrible matanza de las poblaciones hutu". [1] Los perpetradores pasaron por el país y masacraron a los hutus de escuelas primarias y secundarias, colegios, y otros sectores que dieron la impresión de status. En mayo de 1972, la revista Time observó la facilidad con que un hutu podía ser asesinado escribiendo que aquellos hutus asesinados eran "prácticamente cualquiera que pudiera escribir su propio nombre o pagar una choza con techo de hierro corrugado en vez de techo de paja" 


Al final del genocidio, los líderes hutus habían sido devastados y entre 100.000 y 200.000 personas habían sido asesinadas.

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