Durante 1972 en Burundi, las fuerzas
gubernamentales dirigidas por los tutsis y otros tutsis colaboradores
masacraron a unos 100.000-200.000 hutus, así como otros tutsis que intentaron
detener la violencia. Burundi se encuentra en la región de los Grandes Lagos de
África y es el vecino del sur de Rwanda, y, al igual que Rwanda, ha sufrido
trágicamente la violencia genocida. Burundi formaba parte de la colonia
Ruanda-Urundi (actual Ruanda y Burundi) controlada por Bélgica hasta principios
de los años sesenta y, como en Ruanda, los tutsis eran la minoría de la población.
Las tensiones en la década de 1960 entre
los hutus y los tutsis se intensificaron, ya que ambos competían por el control
después de la independencia. En 1966, el ejército, encabezado por Michel
Micombero, tomó el poder y rápidamente comenzó a excluir la influencia hutu en
el gobierno. Sin embargo, como lo ha demostrado el erudito René Lemarchand, la
causa del genocidio de 1972 no fue simplemente una cuestión de los tutsis
políticamente dominantes y homogéneos que trataron de acabar con el hutu
opuesto, sino que también fue precipitado por el conflicto entre los tutsi
luchando por controlar al gobierno. El grupo regional y étnico representado por
Micombero se estaba moviendo para consolidar su poder a expensas de otros
tutsis y, como resultado, los hutu oprimidos podían ver el poder del gobierno
debilitarse.
Con esta oportunidad percibida, un grupo
de hutu intentó un golpe contra el gobierno de Micombero. Los hutus intentaron
violentamente tomar el poder y mataron entre 2.000 y 3.000 Barundi, la mayoría
de los cuales eran tutsis. Sin embargo, tras la violencia inicial de los hutus,
las fuerzas tutsi comenzaron un genocidio contra cualquier hutu que pudiera
tener o potencialmente plantear una amenaza a su poder. Como lo dice el
estudioso Lemarchand: "Lo que siguió no fue tanto una represión, sino una
horrible matanza de las poblaciones hutu". [1] Los perpetradores pasaron
por el país y masacraron a los hutus de escuelas primarias y secundarias,
colegios, y otros sectores que dieron la impresión de status. En mayo de 1972,
la revista Time observó la facilidad con que un hutu podía ser asesinado
escribiendo que aquellos hutus asesinados eran "prácticamente cualquiera
que pudiera escribir su propio nombre o pagar una choza con techo de hierro
corrugado en vez de techo de paja"
Al final del genocidio, los líderes
hutus habían sido devastados y entre 100.000 y 200.000 personas habían sido
asesinadas.
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