Antonio Vallejo-Nájera Lobón1 (o Vallejo-Nágera) (Paredes de Nava, Palencia, 1889 – Madrid, 25 de febrero de 1960) fue un médico español, primer catedrático numerario de Psiquiatría en la Universidad de Valladolid, conocido también como
"el Mengele español" por sus teorías y su participación en las
depuraciones del franquismo.2 Es el padre del también psiquiatra Juan Antonio
Vallejo-Nágera.
Antonio Vallejo-Nájera |
Como jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares de
la dictadura franquista, le fue encargado un
estudio que demostrase la inferioridad mental de las personas de
ideología marxista.5 Según Eduard Pons Prades en su obra Los
niños republicanos (RBA, 2005), Antonio Vallejo-Nájera «dirigió, en
1938, un estudio sobre los prisioneros de guerra republicanos, para determinar
qué malformación llevaba al marxismo. O sea: iba en busca del gen rojo». En
estos estudios, Vallejo-Nájera afirma que las mujeres republicanas tenían
muchos puntos de contacto con los niños y los animales y que cuando se rompen
los frenos sociales son crueles por faltarles inhibiciones inteligentes y
lógicas, además de tener sentimientos patológicos. Pons también afirma en su
libro que Vallejo-Nájera pidió en otro de sus trabajos la creación del Cuerpo General
de Inquisidores.
Para llevar a cabo el estudio, sometía a los prisioneros a
distintos tests psicológicos cuando estos se encontraban ya al borde del
colapso físico y mental. El equipo de Vallejo-Nágera contaba con dos médicos,
un criminólogo y dos asesores científicos alemanes. Seleccionaron a sus sujetos
clínicos entre dos grupos: uno de prisioneros miembros de las Brigadas Internacionales de San Pedro
de Cardeña, y otro compuesto por 50 presas republicanas malagueñas,
30 de las cuales se encontraban a la espera de ejecución. El estudio de las
mujeres, a partir de la premisa de que eran seres degenerados y, por tanto,
proclives a la delincuencia marxista, sirvió al psiquiatra para explicar la
"criminalidad revolucionaria femenina" en relación con la naturaleza
animal de la psique femenina y el "marcado carácter sádico" que se
desataba en las hembras cuando las circunstancias políticas les permitían
"satisfacer sus apetencias sexuales latentes". Algunas de las
conclusiones del estudio realizado por Vallejo-Nájera son las siguientes:
La idea de las íntimas relaciones
entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en
otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme
trascendencia político social, pues si militan en el marxismo de preferencia
psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos
desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible.6
La inferioridad mental de los
partidarios de la igualdad social y política o desafectos: «La perversidad de
los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los
fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de lo que sucede con
los regímenes aristocráticos donde sólo triunfan socialmente los mejores».7
El imbécil social incluye a esa
multitud de seres incultos, torpes, sugestionables, carentes de espontaneidad e
iniciativa, que contribuyen a formar parte de la masa gregaria de las gentes
anónimas.6
Además de argumentar las bases biológicas de las opciones
políticas, sus textos contribuyeron a fomentar la idea de la inferioridad de
las mujeres
A la mujer se le atrofia la
inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su
misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia
de quien tiene que luchar por ella.8
Otras de sus conclusiones son:
La raza es espíritu. España es
espíritu. La Hispanidad es espíritu... Por eso hemos de impregnarnos de
Hispanidad... para comprender nuestras esencias raciales y diferenciar nuestra
raza de las extrañas. Este espíritu lo definía como «militarismo social, que
quiere decir orden, disciplina, sacrificio personal, puntualidad en el
servicio, porque la redoma militar encierra esencias puras de virtudes
sociales, fortaleza corporal y espiritual». Y para mejorar la raza era
necesaria «la militarización de la escuela, de la Universidad, del taller, del
café, del teatro, de todos los ámbitos sociales.
Su purificación de la raza incluía el resurgimiento de una
Inquisición en contra de las personas que consideraba antipatrióticas,
anticatólicas y antimilitares que corrompían la raza española. Afirmó que:
La parte del problema racial de
España era que había demasiados Sanchos Panzas (físico redondeado, ventrudo,
sensual y arribista), y pocos Don Quijotes (casto, austero, sobrio e
idealista), personajes imbuidos en un militarismo, identificando la cultura
militar como la máxima expresión de raza superior.9
Parte de su bibliografía y sus investigaciones están encaminadas
a demostrar que el marxismo es una enfermedad mental, que existe un gen rojo
que hace enfermar a las personas y que lo mejor es que los rojos no tengan hijos
o, si los tienen, se les separe de sus padres», explica Montse Armengou. El
comandante y psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera (1889-1960) fue una de las
figuras clave de la represión franquista en la posguerra porque la revistió de
un manto seudocientífico.
El 23 de agosto de 1938 Franco autorizó la creación del Gabinete
de Investigaciones Psicológicas, cuya finalidad era «investigar las raíces
biopsíquicas del marxismo», tal y como le había demandado Vallejo-Nájera, que
era un psiquiatra prestigioso desde los años veinte. Vinyes explica que resultó
«decisivo» para desvelar el drama de los niños perdidos acceder a la
documentación del gabinete de Vallejo-Nájera.
La autorización oficial para desarrollar sus teorías le llegó
gracias a los contactos personales que mantenía tanto con Franco (su
mujer era amiga de Carmen Polo) como con la Falange.
Para corroborar sus hipótesis preconcebidas, el militar estudió
a 297 brigadistas internacionales encarcelados en Burgos y a 50 presas
políticas recluidas en Málaga, y publicó los resultados en Biopsiquismo
del fanatismo marxista, que demostrarían la inferioridad mental de los
partidarios de la igualdad, social y política, la brutalidad de su fanatismo e
incluso su fealdad. «Intentaba probar que el adversario era un infrahombre
malvado y, a partir de ahí, todo está permitido contra él», explica Vinyes.
En su libro Eugenesia de la hispanidad y regeneración de
la raza, Vallejo defendía la «eugenesia positiva», cuyo fin era
«multiplicar los selectos y dejar que perezcan los débiles», que en su universo
obsesivo eran los rojos, a quienes consideraba «individuos mentalmente
inferiores y peligrosos en su maldad intrínseca». La dramática conclusión de
sus teorías la expuso en La locura y la guerra: psicopatología de la
guerra española, en el que abogaba por la separación de los hijos de los
padres de los marxistas, pues «la segregación de estos sujetos desde la
infancia podría liberar a la sociedad de una plaga tan temible».
Estas teorías se emplearon para justificar el secuestro de niños
republicanos. Sus planteamientos, más ambientales que biológicos, postulaban
que la raza era el resultado de un conjunto de valores culturales. Los valores
que en España contenían los requisitos indispensables para la salud nacional
eran jerárquicos, castrenses y patrióticos. Cualquier valor defendido por la
República y la izquierda se consideraba hostil y había de erradicarse de
inmediato. Obsesionado por lo que él llamaba "esta labor tan trascendente
de higienización de nuestra raza", su modelo era la inquisición que en el
pasado había protegido a España de doctrinas envenenadas. Reclamaba "una
Inquisición modernizada, con otras orientaciones, fines, medios y organización;
pero Inquisición". La salud de la raza exigía separar a los niños de sus
madres "rojas".
Su colaboración activa con el régimen franquista y su cercanía a
las teorías defendidas por sus contemporáneos al servicio de la Alemania nazi,
ha provocado que gran parte de su obra haya quedado sumida en el olvido.
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