La Estupidez: Una Pandemia Global Silenciosa
A diferencia de otras enfermedades, la estupidez no discrimina por edad, raza o estatus social. Se incuba en el pensamiento tribal, en la negación de la evidencia y en la rendición incondicional a la demagogia. Vemos cómo prospera en la polarización extrema, donde la capacidad de escuchar y comprender al otro se atrofia, dando paso a un diálogo de sordos dominado por el insulto y la simplificación. Se alimenta de la pereza intelectual, de la negativa a cuestionar, a investigar, a pensar críticamente.
Las consecuencias de esta pandemia silenciosa son devastadoras. Desde la inacción ante el cambio climático hasta la justificación de conflictos sin sentido, la estupidez se erige como un obstáculo formidable para el avance de la humanidad. Nos sumerge en un ciclo vicioso de errores repetidos, donde las lecciones del pasado son ignoradas y el futuro se construye sobre cimientos de ignorancia y prejuicio. La proliferación de noticias falsas y teorías conspirativas, que se difunden a la velocidad de la luz en la era digital, es una prueba contundente de la vulnerabilidad de nuestra sociedad ante este flagelo.
Denunciar la estupidez no es un acto de elitismo, sino un llamado urgente a la autocrítica y a la responsabilidad individual y colectiva. Es reconocer que cada uno de nosotros tiene la capacidad de ser portador o de ser un antídoto. La cura no reside en una vacuna milagrosa, sino en la promoción incansable del pensamiento crítico, la educación de calidad, el fomento del debate constructivo y la valoración de la verdad por encima de cualquier conveniencia. Es hora de despertar ante esta amenaza silenciosa y trabajar juntos para erradicarla, cultivando la razón, la empatía y la sabiduría como nuestros mejores aliados. De lo contrario, seguiremos siendo una civilización a merced de nuestra propia insensatez.
Luismi
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